El poder de la escucha en Villa Silenciosa
Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Villa Silenciosa, una niña llamada Rocío. Rocío era una niña muy especial, a la que le gustaba hablar sin gritar.
Siempre hablaba con voz suave y tranquila, como el susurro del viento entre los árboles. Rocío asistía a la Escuela de la Alegría, donde compartía clases con otros niños de su edad.
Sin embargo, algo le preocupaba mucho a Rocío: sus compañeros de clase gritaban todo el tiempo al hablar. Cada vez que alguien quería decir algo, lo hacían a los gritos, como si estuvieran compitiendo por ver quién hablaba más fuerte. Esto entristecía a Rocío, ya que no entendía por qué sus compañeros tenían que gritar tanto.
Ella prefería hablar con calma y tranquilidad, pero se sentía presionada por el constante ruido y bullicio en el aula. Un día, durante el recreo, Rocío decidió hablar con su maestra sobre cómo se sentía.
La maestra escuchó atentamente a Rocío y le dijo:"Rocío, cada persona es diferente y tiene su propia forma de expresarse. Es importante respetar las diferencias de los demás y también hacer valer tus propias preferencias".
Estas palabras resonaron en el corazón de Rocío. Decidió entonces buscar una solución para sentirse más cómoda en clase sin tener que cambiar quién era. Una tarde, mientras paseaba por el parque del pueblo, Rocío encontró un árbol muy especial.
Era un viejo sauce llorón que parecía estar susurrándole algo al oído. Se acercó lentamente y escuchó atentamente:"Querida Rocío, la fuerza no está en levantar la voz sino en saber ser escuchado". Las palabras del árbol resonaron profundamente en ella.
Entendió que no necesitaba gritar para ser escuchada y respetada por los demás. Al día siguiente, en clase, cuando sus compañeros comenzaron a gritar como de costumbre, Rocío levantó la mano y esperó pacientemente su turno para hablar.
—"Chicos" , dijo con voz suave pero firme-, "creo que podemos comunicarnos mejor si aprendemos a escuchar antes de hablar". Sus compañeros se quedaron sorprendidos al principio, pero luego comenzaron a prestar atención a lo que decían unos y otros sin interrumpirse ni gritar.
Con el ejemplo de Rocío, todos aprendieron a comunicarse de manera más respetuosa y tranquila. La alegría volvió al aula de la Escuela de la Alegría gracias al poderoso mensaje de amor y respeto que transmitió esa valiente niña llamada Rocío.
Desde ese día en adelante, Villa Silenciosa fue conocida como el lugar donde las voces se elevaban no en volumen sino en armonía y respeto hacia los demás.
FIN.