El poder de la humildad



Miguel era un chico muy orgulloso. Siempre creía tener la razón y nunca admitía sus errores. Pero en realidad, detrás de ese orgullo se escondía una gran Vergüenza que le impedía pedir perdón cuando lastimaba a alguien.

Un día, Miguel se dio cuenta de que su actitud lo estaba alejando de todos sus amigos. Estaba cansado de estar solo y decidió buscar ayuda para cambiar.

Así que se puso en camino y llegó al bosque encantado donde vivían el mago Lucas, la pastelera Clara y la diseñadora Martina.

El mago Lucas, con su larga barba blanca y su sombrero puntiagudo, miró a Miguel con bondad y le dijo: "Para pedir perdón sin usar las palabras, primero debes abrir tu corazón y mostrar arrepentimiento con tus acciones". "¿Cómo puedo hacer eso?", preguntó Miguel con curiosidad. "Debes demostrar tu arrepentimiento ayudando a los demás", respondió el mago.

Entonces, Miguel comenzó a ayudar a los animales del bosque, reparando madrigueras rotas y reagarrando frutas para ellos. Poco a poco, empezó a sentirse mejor consigo mismo. Luego, fue donde la pastelera Clara, una mujer risueña con un delantal lleno de harina.

Ella le enseñó a Miguel que un gesto dulce podía expresar más que mil palabras. Clara le mostró cómo hornear galletitas en forma de corazón y repartirlas entre sus vecinos como muestra de arrepentimiento por su comportamiento pasado.

Los vecinos aceptaron las galletitas con sonrisas cálidas, comprendiendo el mensaje silencioso de Miguel. Finalmente, Miguel visitó a la diseñadora Martina en su taller lleno de telas coloridas y máquinas de coser zumbantes. Martina le enseñó que un cambio externo también podía reflejar un cambio interno.

"Debes vestirte con colores brillantes para mostrar al mundo que estás dispuesto a dejar atrás tu orgullo", le dijo Martina mientras le entregaba una capa roja brillante.

Miguel siguió los consejos del mago Lucas, la pastelera Clara y la diseñadora Martina. Comenzó a ayudar desinteresadamente a los demás, compartir dulces gestos de amor y vestirse con colores vibrantes que reflejaban su nueva actitud humilde. Poco a poco, los amigos que había alejado con su orgullo comenzaron a acercarse nuevamente.

Descubrieron al nuevo Miguel: un chico amable, generoso y dispuesto siempre a pedir perdón sin necesidad de pronunciar una sola palabra.

Y así fue como Miguel aprendió que el verdadero valor está en reconocer nuestros errores, mostrar arrepentimiento genuino e intentar ser mejores personas cada día. Desde entonces, nunca más dejó que la Vergüenza lo paralizara; en cambio, la transformó en una fuerza positiva para construir relaciones sólidas basadas en el respeto mutuo.

FIN.

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