El poder de la imaginación colectiva



Había una vez un facilitador llamado Martín, quien era muy talentoso y creativo. Trabajaba en una escuela donde enseñaba a los niños a crear historias fantásticas.

Sin embargo, Martín tenía un pequeño problema: se negaba rotundamente a crear cuentitos para sus alumnos. Los chicos de la clase siempre esperaban ansiosos el momento del cuentito, ya que les ayudaba a inspirarse y desarrollar su imaginación para luego crear sus propias historias.

Pero Martín creía firmemente que los niños debían aprender a ser independientes y no depender de él para tener ideas. Un día, los chicos llegaron a clase emocionados por compartir sus creaciones con el resto de la clase.

Pero al darse cuenta de que Martín no había preparado ningún cuento, se sintieron desilusionados y preocupados. Martina, una niña muy curiosa y valiente, decidió hablar con Martín sobre su preocupación.

Se acercó al facilitador después de la clase y le dijo:"Martín, ¿por qué te niegas a contarnos un cuento? Nos ayuda mucho para poder imaginar nuestras propias historias". Martín sonrió y respondió:"Martina, entiendo tu inquietud, pero creo firmemente en tus habilidades para crear tus propios cuentos.

Siempre estaré aquí para guiarte y ayudarte cuando lo necesites". Aunque las palabras de Martín eran sabias, los chicos todavía sentían que algo faltaba en su proceso creativo. Decidieron poner manos a la obra e inventar ellos mismos un cuento inspirador.

Juntos comenzaron a pensar en diferentes personajes: un valiente caballero llamado Leo, una astuta y audaz princesa llamada Valentina, y un dragón temible pero amigable llamado Draco. A medida que los chicos compartían sus ideas, la historia cobraba vida.

"Leo era un caballero valiente que vivía en un reino lejano", comenzó Martina. "Un día, la malvada bruja Malvina secuestró a la princesa Valentina", continuó Lucas. "Y Leo decidió rescatarla enfrentando al feroz dragón Draco", agregó Sofía emocionada.

La historia se desarrollaba con giros inesperados y momentos de tensión. Los chicos se sorprendieron de lo bien que podían crear juntos sin depender de los cuentitos de Martín. A medida que avanzaban en el relato, su confianza crecía y su imaginación se desbordaba.

Al finalizar el cuento, los chicos estaban radiantes de felicidad por haber logrado crear algo tan maravilloso por sí mismos. Habían aprendido que tenían dentro de ellos las herramientas necesarias para ser grandes escritores e inventores de historias increíbles.

Martín observaba orgulloso a sus alumnos mientras aplaudían entusiasmados. Se dio cuenta de que había subestimado su capacidad creativa y entendió lo importante que era el cuentito como una herramienta para agilizar el trabajo en clase.

Desde ese día, Martín decidió volver a contar cuentitos a sus alumnos, pero esta vez como una guía para ayudarlos a encontrar su propia voz narrativa.

Y así, juntos siguieron explorando el mundo mágico de las historias fantásticas, donde cada uno tenía la oportunidad de brillar con su propia imaginación.

FIN.

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