El poder de la música


Había una vez una niña llamada Catalina, quien amaba jugar en la plaza más que cualquier otra cosa. Un día, mientras jugaba con sus amigos, se encontró con un anciano sentado en un banco cerca de ellos.

"Hola, pequeña", dijo el anciano sonriendo. "¿Cómo estás?""¡Hola! Estoy muy bien", respondió Catalina con entusiasmo. "Me alegra escuchar eso. ¿Te gusta la música?", preguntó el anciano. "Sí, me encanta", exclamó Catalina emocionada.

El anciano sacó una flauta de su bolsillo y comenzó a tocarla. El dulce sonido llenó el aire y todos los niños se detuvieron a escucharlo. Catalina sintió una extraña sensación de paz en su interior mientras escuchaba la música del anciano.

Después de que él terminara de tocar, ella se acercó y le preguntó si podía aprender a tocar como él. "Por supuesto que sí", respondió el anciano sonriendo. "Pero necesitas practicar mucho para convertirte en una buena músico".

Desde ese día, Catalina visitaba al anciano todos los días después de la escuela para aprender a tocar la flauta. Al principio fue difícil y frustrante, pero poco a poco fue mejorando gracias al esfuerzo y dedicación que ponía en cada práctica.

A medida que pasaban las semanas, los vecinos comenzaron a notar cómo Catalina había cambiado: ya no era tan traviesa como antes y hablaba menos durante las clases porque estaba concentrada en mejorar su habilidad musical.

Un día, antes de uno de sus ensayos en la plaza, Catalina se encontró con su amigo Lucas, quien estaba triste porque no podía jugar fútbol debido a una lesión. "¿Qué te pasa?", preguntó Catalina preocupada.

"Me lastimé el pie y no puedo jugar fútbol por un tiempo", respondió Lucas con tristeza. Catalina pensó durante unos segundos y luego tuvo una idea. Tomó su flauta y comenzó a tocar una canción que había compuesto especialmente para él.

La música era hermosa y calmante, como si estuviera abrazando al corazón de Lucas con sus notas. "¡Wow! Eso fue increíble", dijo Lucas sorprendido. "Gracias por hacerme sentir mejor".

Desde ese día en adelante, Catalina siguió practicando la flauta y compartiendo su música con todos los que la rodeaban. Aprendió que aunque amaba jugar en la plaza, también disfrutaba compartir momentos especiales con las personas importantes de su vida.

Y así, Catalina se convirtió en una niña más sabia y madura gracias a la música y al amor que tenía por ella.

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