El poder de la sonrisa
Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Alegría, una niña llamada Sofía. Sofía era conocida por ser risueña, solidaria, amiguera y soñadora. Siempre llevaba una sonrisa en su rostro y disfrutaba ayudando a los demás.
Un día, mientras caminaba por el parque del pueblo, Sofía vio a un grupo de niños llorando cerca del estanque. Se acercó corriendo para averiguar qué les pasaba. - ¿Qué les pasa a ustedes? - preguntó preocupada.
- ¡Nuestro balón se cayó al agua y no sabemos nadar para poder recuperarlo! - respondió uno de los niños entre sollozos. Sofía pensó rápido y recordó que había aprendido a nadar el verano pasado.
Sin dudarlo, se quitó los zapatos y se lanzó al agua sin pensarlo dos veces. Nadó hasta donde estaba el balón y lo rescató para luego regresarlo con los niños. - ¡Muchas gracias! - exclamaron todos emocionados.
Sofía salió del agua empapada pero feliz de haber podido ayudar. A partir de ese día, los niños la admiraban aún más por su valentía y generosidad. Un mes después, en la escuela de Alegría se llevaba a cabo un concurso de dibujo.
El premio era un viaje a la gran ciudad para visitar un famoso museo de arte. Sofía siempre había soñado con conocer ese lugar tan especial lleno de colores y creatividad.
Con mucha emoción, Sofía comenzó a dibujar todo lo que le inspiraba: los árboles, las flores, los animales del bosque y las sonrisas de sus amigos. Puso todo su corazón en cada trazo. El día de la premiación llegó y Sofía estaba muy nerviosa.
Había muchos dibujos hermosos y sabía que la competencia sería difícil. Cuando anunciaron al ganador, todos se sorprendieron al escuchar el nombre de Sofía. - ¡Felicidades, Sofía! - exclamaron sus compañeros mientras la aplaudían emocionados. Sofía saltó de alegría y no podía creerlo.
Su sueño se había hecho realidad, iría a la gran ciudad a ver el museo de arte que tanto anhelaba. Durante su visita al museo, Sofía quedó maravillada por todas las obras maestras que vio.
Los colores vibrantes y las formas creativas le inspiraron aún más para seguir soñando y creando belleza en el mundo. Al regresar a Alegría, Sofía decidió compartir su experiencia con sus amigos.
Organizó una pequeña exposición en el parque donde mostraba todos sus dibujos del viaje al museo. Mucha gente acudió para admirar su talento y felicitarla por haber logrado cumplir su sueño.
Desde ese día, Risueña, solidaria, amiguera y soñadora se convirtió en una fuente inagotable de inspiración para todos los niños del pueblo. Aprendieron que no importa cuán grandes sean sus sueños o cuán difíciles parezcan alcanzarlos; con valentía, generosidad y perseverancia pueden lograr cualquier cosa que se propongan.
Y así fue como Sofía, la niña risueña, solidaria, amiguera y soñadora, enseñó a todos que cada uno de nosotros tiene el poder de hacer del mundo un lugar mejor.
FIN.