El poder de las disculpas
Había una vez en el colegio "Rayitos de Sol", un grupo de amigos muy unidos que cursaban 5to secundaria. Entre ellos se encontraban Martina, Pedro, Sofía y Lucas.
Siempre estaban juntos y se divertían mucho compartiendo risas y confidencias. Un día, durante el recreo, decidieron inventar un nuevo juego para pasar el tiempo.
Martina propuso hacer una competencia de adivinanzas en la que cada uno debía describir a un compañero sin mencionar su nombre, y los demás tenían que adivinar de quién se trataba. Al principio todos estaban entusiasmados con la idea y comenzaron a jugar. "Es el más alto del curso y siempre lleva puesta una gorra", dijo Pedro como pista.
"¡Es Juan!", gritó Sofía emocionada al reconocer la descripción. El juego continuó con nuevas pistas y risas, hasta que llegó el turno de Lucas.
Él miró a Juan, un chico tímido y callado que solía sentarse solo en clase, y pensó en una característica para describirlo. "Es el menos popular entre nosotros. Siempre está solo", dijo Lucas sin darse cuenta del impacto que sus palabras podían tener en Juan. Todos se quedaron sorprendidos por la respuesta de Lucas.
Martina lo miró con gesto de preocupación mientras Sofía intentaba romper la incomodidad con una risa nerviosa. Juan bajó la cabeza avergonzado y decidió alejarse sin decir nada.
Los demás amigos se quedaron en silencio por unos momentos hasta que Martina tomó la palabra:"Chicos, creo que este juego no está siendo divertido para todos. No deberíamos hacer sentir mal a alguien solo por diversión". Pedro asintió con arrepentimiento mientras Sofía reflexionaba sobre lo sucedido.
Lucas sintió un nudo en la garganta al darse cuenta del daño causado por sus palabras. Decidieron buscar a Juan para disculparse y explicarle que no habían querido lastimarlo.
Lo encontraron sentado bajo un árbol, con la mirada perdida en el horizonte. "Juan, queríamos pedirte disculpas por lo ocurrido antes", comenzó Martina con sinceridad. "No era nuestra intención hacerte sentir mal. "Juan levantó tímidamente la mirada y vio las caras arrepentidas de sus compañeros frente a él.
"Lo siento mucho Juan, me equivoqué al decir eso", agregó Lucas con humildad. Juan sonrió débilmente ante las disculpas sinceras de sus amigos.
Comprendió que todos podemos cometer errores pero lo importante es aprender de ellos y cambiar nuestras acciones hacia los demás. A partir de ese día, los amigos aprendieron a valorar las diferencias entre ellos y a respetar los sentimientos de cada uno.
Descubrieron que la verdadera amistad va más allá de los juegos o las bromas pesadas, consiste en apoyarse mutuamente y ser empáticos ante cualquier situación difícil. Y así, juntos siguieron creciendo como personas mejores, construyendo recuerdos inolvidables basados en el respeto y la solidaridad entre amigos.
FIN.