El poder de las emociones


Había una vez un niño llamado José Pedro que asistía al jardín de infantes. José Pedro era muy especial, tenía síndrome de down y a veces le costaba controlar sus emociones cuando jugaba con sus compañeros.

Un día, la maestra, la señorita Carolina, decidió hacer algo especial para ayudar a José Pedro.

Organizó una actividad en la que cada niño del salón tenía que escribir en un papelito algo bonito sobre uno de sus compañeros y luego ponerlo en una caja mágica. Cuando llegó el momento de leer los mensajes, todos estaban emocionados por descubrir qué habían escrito sobre ellos.

Pero cuando le tocó a José Pedro abrir su mensaje, se puso triste porque decía: "José Pedro, tienes que aprender a controlar tus emociones". La señorita Carolina vio lo que había pasado y rápidamente intervino: "No te pongas triste, José Pedro. Este mensaje es para ayudarte a mejorar tus habilidades emocionales.

Todos estamos aquí para apoyarte". José Pedro miró a sus compañeros y notó que estaban preocupados por él. Decidió tomar el consejo como un desafío personal y trabajar en ello. La señorita Carolina les explicó cómo podían ayudarlo también.

A partir de ese día, los niños comenzaron a jugar juegos especiales diseñados para enseñarle a José Pedro cómo manejar sus emociones. Jugaron al juego del semáforo: cuando alguien estaba rojo (enojado), los demás intentaban calmarlo hasta que volviera al verde (tranquilo).

También jugaron al juego de las estrellas: cada vez que alguien hacía algo bueno, le daban una estrella a José Pedro para recordarle lo importante que era controlar sus emociones.

José Pedro se esforzó mucho y poco a poco comenzó a mejorar. Aprendió a respirar profundamente cuando se sentía molesto y a contar hasta diez antes de reaccionar. También aprendió a expresar cómo se sentía con palabras en lugar de gritos o llantos.

Un día, durante el recreo, José Pedro estaba jugando al fútbol con sus amigos. Uno de ellos cometió una falta y José Pedro comenzó a enfadarse mucho.

Pero en lugar de perder el control, recordó lo que había aprendido y decidió tomar un respiro profundo. "Uno, dos, tres... "- contaba José Pedro mientras inhalaba aire lentamente. Sus amigos lo miraron sorprendidos pero decidieron ayudarlo. Le dijeron palabras amables y le recordaron las estrellas que había ganado por su buen comportamiento.

José Pedro sintió cómo su enojo disminuía y pudo seguir jugando sin problemas. Al final del día, la señorita Carolina felicitó a todos los niños por trabajar juntos como equipo y aprender unos de otros.

Desde ese momento, José Pedro siguió practicando todas las técnicas que había aprendido junto con sus compañeros. Cada día se volvía más hábil para controlar sus emociones y disfrutar plenamente de su tiempo en el jardín de infantes.

La historia de José Pedro nos enseña que todos podemos superar nuestros desafíos si trabajamos juntos y nos apoyamos mutuamente. No importa cuáles sean nuestras diferencias, siempre hay algo positivo que podemos aprender unos de otros.

Y así fue como José Pedro se convirtió en un niño feliz y seguro de sí mismo, capaz de enfrentar cualquier obstáculo que se le presentara en la vida.

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