El poder de las palabras


Había una vez dos amigos llamados Lucas y Martín, quienes estaban en octavo grado. Un día, mientras esperaban a que comenzara la clase de lengua y literatura, decidieron sentarse juntos en el patio del colegio para charlar.

- Hola Lucas, ¿cómo estás? -preguntó Martín con una sonrisa amable. - ¡Hola Martín! Estoy bien, gracias por preguntar. ¿Y tú? - También estoy bien.

Oye, hace un tiempo que vengo pensando en algo y quería saber tu opinión -dijo Martín intrigado. - Claro Martín, siempre estoy dispuesto a escucharte. Cuéntame qué tienes en mente -respondió Lucas cortésmente.

Martín se acomodó mejor en su asiento antes de hablar: - Bueno, es que me he dado cuenta de que muchas veces utilizamos palabras ofensivas o groseras sin realmente ser conscientes del impacto que pueden tener en los demás. Me gustaría proponerle al profesor hacer una actividad sobre la cortesía verbal para concientizar a nuestros compañeros.

Lucas asintió con interés: - ¡Eso suena genial! Es importante recordar que nuestras palabras pueden herir o alegrar a alguien. Si todos aprendemos a comunicarnos de manera respetuosa, el ambiente escolar será mucho más armonioso. Martín sonrió satisfecho: - Exactamente lo que pienso.

Creo que podríamos organizar una presentación donde expliquemos la importancia de usar un lenguaje amable y cómo podemos mejorar nuestra forma de expresarnos.

Lucas aplaudió emocionado: - ¡Qué gran idea! Podríamos incluir ejemplos de situaciones cotidianas en las que podríamos aplicar la cortesía verbal, como pedir las cosas por favor o agradecer cuando alguien nos ayuda.

Martín asintió y agregó: - También podríamos hacer un juego interactivo donde los estudiantes tengan que identificar qué frases son corteses y cuáles no lo son. Así, todos aprenderemos divirtiéndonos. Lucas levantó el pulgar en señal de aprobación: - Me encanta esa idea.

Además, podemos hacer carteles con mensajes positivos para colgar en los pasillos del colegio y recordar a todos la importancia de ser amables con nuestras palabras. Martín se mostró entusiasmado: - ¡Sí! Sería genial ver esos carteles por todo el colegio. Creo que esto puede marcar una diferencia significativa en nuestra forma de comunicarnos entre nosotros.

- Estoy seguro de que sí, Martín. Juntos podemos lograrlo. Hagámosle la propuesta al profesor y organicemos esta actividad para toda nuestra clase -dijo Lucas convencido.

Y así fue cómo Lucas y Martín trabajaron juntos para promover la cortesía verbal entre sus compañeros. Gracias a su iniciativa, el colegio se convirtió en un lugar más respetuoso y amable, donde todos aprendieron a comunicarse de manera adecuada y consciente del impacto que sus palabras podían tener en los demás.

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