El poder de las palabras
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Libros, una niña llamada Lola. Lola era una niña curiosa y activa a la que le encantaba jugar al aire libre con sus amigos.
Sin embargo, a diferencia de sus amigos, a Lola no le gustaba leer. Prefería pasar su tiempo correteando por el parque o jugando a la rayuela.
Un día, la maestra de Lola les anunció a todos en clase sobre un concurso de lectura que se llevaría a cabo en la biblioteca del pueblo. El premio era un set de libros nuevos para la escuela y todos los niños estaban muy emocionados por participar, excepto Lola.
"¿Vieron qué genial el concurso de lectura? ¡Podemos ganar muchos libros nuevos para la escuela!" dijo Ana, la mejor amiga de Lola. Lola frunció el ceño y respondió: "A mí no me interesa leer, prefiero jugar afuera".
Los días pasaron y cada vez que alguien mencionaba el concurso de lectura, Lola simplemente negaba con la cabeza y se alejaba. Hasta que un día algo inesperado sucedió. Mientras paseaba por el parque, encontró un libro abandonado en un banco.
Lo recogió y comenzó a hojearlo sin mucha expectativa. Para su sorpresa, el libro contaba una historia maravillosa sobre aventuras en lugares lejanos y personajes mágicos.
A medida que avanzaba en la lectura, Lola se encontró absorta en las páginas del libro, imaginando cada escena como si fuera parte de ella misma. "¡Qué interesante es este libro! Nunca imaginé que podría ser tan divertido leer", exclamó Lola emocionada. Desde ese día, Lola no pudo soltar el libro y lo llevaba a todas partes consigo.
Su amor por la lectura había nacido gracias a esa historia tan especial que encontró por casualidad en el parque.
Finalmente llegó el día del concurso de lectura en la biblioteca y todos los niños estaban listos para demostrar sus habilidades. Cuando llegó su turno, Lola subió al estrado nerviosa pero llena de emoción.
Confiada en sí misma gracias a todas las aventuras que había vivido entre las páginas del libro encontrado, comenzó a leer en voz alta frente al jurado y sus compañeros. Su entusiasmo era evidente y su voz transmitía toda la magia contenida en aquellas palabras escritas. Al finalizar su presentación, hubo un aplauso resonante y sonrisas orgullosas entre los presentes.
La maestra se acercó a ella visiblemente emocionada y le entregó un diploma como reconocimiento por su valentía e inspiración para los demás niños del pueblo.
"¡Bravo Lola! Has demostrado que nunca es tarde para descubrir el gusto por la lectura y dejar volar nuestra imaginación", dijo la maestra con admiración. Desde ese día, Villa Libros nunca volvió a ser el mismo.
Los niños corrían hacia la biblioteca ansiosos por descubrir nuevas historias e inspirarse mutuamente para explorar mundos desconocidos a través de las páginas de los libros.
Y así fue como Lola dejó una buena enseñanza no solo para sí misma sino también para todo su pueblo: nunca subestimar el poder transformador de un buen libro y siempre estar abiertos a nuevas experiencias que nos lleven más allá de lo conocido.
FIN.