El Poder de las Palabras
Había una vez una nena llamada Valentina, que tenía una forma especial de mirar el mundo. Valentina no siempre encontraba las palabras adecuadas para expresar sus pensamientos, pero eso no le impedía ser una soñadora. Un día, su mamá le anunció que cambiarían de escuela.
"¿Por qué tenemos que irnos, mamá?" - preguntó Valentina con un hilito de voz.
"Porque en esta nueva escuela te ayudarán a comunicarte mejor y a hacer amigos nuevos. ¡Va a ser una aventura!" - respondió su mamá con una sonrisa.
Con un poco de nervios y mucha curiosidad, Valentina llegó a su nueva escuela. El primer día estaba lleno de caras desconocidas, y sentía que su corazón latía fuerte.
Valentina fue recibida por la señora González, la maestra de segundo grado.
"¡Hola, Valentina! Bienvenida a nuestra clase. Aquí te ayudaremos a sentirte como en casa" - dijo la señora González.
A pesar de la calidez de la maestra, Valentina se sentía un poco fuera de lugar. Durante el recreo, se sentó sola en un banco, observando a los demás jugar.
Justo entonces, una nena de cabello rizado se le acercó.
"¿Por qué no juegas con nosotros?" - preguntó la nena alegremente.
"No sé cómo decirles las cosas..." - murmuró Valentina, sintiéndose insegura.
"No te preocupes, yo puedo ayudarte. Mis amigos están muy buenos, vení, vamos juntos" - dijo la nena, tomando la mano de Valentina.
Valentina se sintió un poco más segura mientras se unía a un grupo de niños jugando a la pelota. Pero al intentar hablar, las palabras se le atoraron en la garganta.
"No puedo..." - intentó decir, pero sólo logró hacer un sonido.
"Siempre se puede, Valu. Probalo un poco mejor" - le animó la nena.
Día tras día, Valentina asistía al consultorio de la fonoaudióloga y en sus clases, aprendía trucos para comunicarse. Empezó a usar dibujos y gestos para expresar lo que quería decir.
Un buen día, la señora González propuso hacer una obra de teatro en la clase. La nena rizada le dijo a Valentina:
"¡Perfecto! Nos podemos ayudar a practicar. Vamos a hacerla juntas. Con tu talento para dibujar y mis palabras lo lograremos."
Valentina sintió mariposas en el estómago. Juntas idearon una historia de dos heroínas que volaban a un lugar mágico.
"Voy a dibujar los escenarios, y vos podés hacer de la princesa. El escenario será el espacio perfecto para tus palabras" - propuso la nena.
Mientras trabajaban, Valentina comenzó a soltar sus palabras poco a poco. Con la ayuda de su nueva amiga, se sintió más segura. La ansiedad que sentía al hablar se estaba desvaneciendo.
El día de la obra llegó, y todos los niños estaban emocionados. Cuando llegó el turno de Valentina, su corazón latía fuerte.
"Yo puedo, lo haré..." - se dijo a sí misma.
Al subirse al escenario, miró a sus compañeros y respiró hondo.
"¡Hola, soy la princesa de este cuento!" - exclamó, y a medida que avanzaba en su papel, las palabras empezaron a fluir como un río.
Al finalizar, los aplausos resonaron en la sala, y Valentina sintió una felicidad inmensa.
"¡Lo hiciste genial, Valu!" - gritó su amiga al abrazarla.
A partir de ese momento, Valentina no solo encontró su voz, sino que también descubrió el valor de la amistad y la perseverancia. La nena con trastorno del lenguaje se había convertido en la protagonista de su propia historia, demostrando que las palabras tienen un poder mágico que solo se manifiesta cuando uno se atreve a hablar.
Desde ese día, Valentina nunca dejó de hablar, de contar sus sueños y de hacer amigos. Y aunque algunas veces aún se le escapaban las palabras, ya no se sentía sola, porque había encontrado una larga lista de amigos dispuestos a ayudarle a contar su historia.
Y así, Valentina aprendió que cada palabra, sin importar cuán pequeña, es un paso hacia un mundo lleno de posibilidades.
FIN.