El poder de las palabras



Un día, Valentina llegó a la casa de su abuela después de la escuela con una expresión triste en su rostro. Amelia, al verla así, se acercó y le preguntó qué le pasaba.

"Abuelita, hoy en el recreo todos mis amigos estaban hablando sobre sus talentos especiales y yo no sé qué decirles. No tengo ningún talento", dijo Valentina con tristeza. Amelia sonrió y tomó las manos de su nieta.

"Querida Valentina, cada persona es especial a su manera. Todos tenemos talentos únicos que nos hacen brillar", dijo Amelia con ternura. Valentina frunció el ceño sin entender muy bien lo que su abuela quería decir.

"Pero abuelita, ¿cómo puedo descubrir mi talento si no sé cuál es?", preguntó Valentina confundida. Amelia pensó por un momento y luego tuvo una idea brillante. "¡Tengo una idea! Mañana por la tarde vamos a organizar un pequeño festival en el jardín trasero de nuestra casa.

Invitaremos a tus amigos y les pediremos que muestren sus talentos especiales. Así podrás ver cómo cada uno tiene algo único para ofrecer", propuso Amelia emocionada. Valentina se iluminó al instante y aceptó encantada la propuesta de su abuela.

Juntas empezaron a preparar todo para el festival: decoraron el jardín con luces coloridas, pusieron música alegre y cocinaron galletas de jengibre deliciosas para compartir con los invitados. Al día siguiente, los amigos de Valentina llegaron llenos de entusiasmo al festival.

Uno por uno, fueron mostrando sus talentos especiales: algunos cantaban, otros bailaban y algunos incluso hacían trucos de magia. Valentina los observaba con atención, maravillada por la diversidad de habilidades que había en su grupo de amigos.

Cuando llegó el turno de Valentina, ella se sintió un poco nerviosa. Pero Amelia le dio una palmadita en la espalda y le recordó lo especial que era. "No importa qué talento tengas o si aún no lo has descubierto.

Lo más importante es ser tú misma y disfrutar del momento", dijo Amelia con cariño. Valentina asintió y decidió hacer algo inesperado. Tomó el micrófono y comenzó a contar una historia que su abuela le había enseñado.

Con cada palabra, los ojos de sus amigos se llenaron de emoción y admiración. Al finalizar su historia, todos aplaudieron emocionados.

Valentina sonrió radiante al darse cuenta de que su talento estaba en las palabras, en la capacidad para transmitir emociones e inspirar a los demás a través de las historias. Desde aquel día, Valentina siguió compartiendo sus historias con el mundo.

Se convirtió en una famosa escritora y siempre recordaba aquella tarde mágica en el jardín trasero junto a su abuelita Amelia. Y así fue como gracias al amor y apoyo de su abuela, Valentina descubrió su verdadero talento y aprendió que todos tenemos algo especial dentro de nosotros esperando ser descubierto. -

FIN.

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