El poder de las palabras


Había una vez un niño llamado Vicente, de 10 años, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de verdes praderas.

Un día, mientras jugaba en el parque, vio a una niña que le robó el corazón con solo una mirada. Su nombre era Sofía y tenía unos ojos brillantes como estrellas. Vicente era un chico tímido, pero no podía dejar de pensar en Sofía.

Decidió que la mejor manera de conquistar su corazón sería a través de cartas llenas de amor y ternura. Así que se puso manos a la obra y escribió su primera carta.

- Querida Sofía - comenzaba la carta -, desde el primer momento en que te vi, mi corazón dio un vuelco y no puedo dejar de pensar en ti. Eres la niña más linda y especial del mundo.

Vicente colocó cuidadosamente la carta en un sobre decorado con corazones rojos y lo dejó frente a la puerta de Sofía esa misma noche. Al día siguiente, mientras esperaba ansioso una respuesta, ocurrió algo inesperado. Cuando llegó al colegio, todos sus compañeros parecían estar hablando sobre algo emocionante.

Vicente se acercó curioso y descubrió que alguien había encontrado su carta dirigida a Sofía ¡y había empezado a leerla en voz alta para burlarse! Vicente se sintió muy avergonzado y triste por esta situación. Sin embargo, decidió no rendirse tan fácilmente.

Sabía que las palabras pueden lastimar pero también pueden sanar heridas. Esa misma tarde, Vicente volvió a escribir otra carta para Sofía:- Querida Sofía, siento mucho lo que ha pasado.

No quería que nadie leyera mi carta y menos aún que te hicieran daño con mis palabras. Me gustaría tener la oportunidad de conocerte mejor y demostrarte cuánto me importas. Esta vez, Vicente decidió entregar personalmente la carta a Sofía en lugar de dejarla frente a su puerta.

Con un poco de nerviosismo pero también con mucha determinación, se acercó a ella durante el recreo y le entregó la carta. Sofía abrió el sobre mientras Vicente esperaba ansioso su reacción. Para su sorpresa, Sofía sonrió al leer las palabras escritas por él.

- Gracias, Vicente - dijo Sofía -, me alegra mucho que me hayas hablado directamente. Me encantaría conocerte mejor también. A partir de ese momento, Vicente y Sofía comenzaron a pasar más tiempo juntos.

Descubrieron que tenían muchas cosas en común: les gustaba leer libros de aventuras, jugar al fútbol en el parque e inventar historias fantásticas. Con el tiempo, la amistad entre ellos se convirtió en algo más profundo. Se apoyaban mutuamente en sus sueños y metas.

Juntos aprendieron que no importa cuán tímidos o avergonzados nos sintamos a veces; siempre podemos encontrar una manera valiente de expresar nuestros sentimientos.

Vicente aprendió una gran lección: no debemos rendirnos solo porque alguien se burla o critica nuestras acciones. Siempre habrá personas negativas, pero también encontraremos aquellas que valoran nuestra autenticidad y valentía para mostrar nuestro amor. Y así, Vicente y Sofía siguieron escribiendo cartas de amor durante mucho tiempo.

Pero ahora, en lugar de dejarlas frente a la puerta, las entregaban personalmente con una sonrisa llena de cariño. Y colorín colorado, este cuento de amor y valentía ha terminado.

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