El poder de las palabras



Había una vez un niño llamado Juan, quien era conocido por ser muy sincero. Desde que aprendió a hablar, no podía evitar decirle a todo el mundo lo que pensaba, sin importar las consecuencias.

Un día, mientras caminaba por el parque, Juan vio a su amiga Laura con un nuevo peinado. Sin pensarlo dos veces, se acercó y le dijo: "Laura, ese peinado no te queda bien. Pareces un espantapájaros".

Laura se entristeció y corrió hacia su casa llorando. Juan siguió caminando y se encontró con su vecino Pedro. Al verlo con una camisa nueva, Juan exclamó: "Pedro, esa camisa es horrible. Parece que la hubieras sacado del basurero".

Pedro se sintió avergonzado y decidió regresar a su casa para cambiarse de ropa. Más tarde en el día, Juan fue invitado a la fiesta de cumpleaños de su primo Lucas.

Cuando llegó al lugar, vio que había muchos globos coloridos decorando la entrada. Sin embargo, en lugar de felicitar a Lucas por la hermosa decoración, Juan dijo: "Lucas, esos globos parecen viejos y desinflados". Los invitados quedaron sorprendidos por los comentarios tan directos de Juan.

La mamá de Lucas decidió tomarlo aparte y le explicó lo importante que era pensar antes de hablar para no lastimar los sentimientos de los demás.

Juan comenzó a reflexionar sobre sus acciones y se dio cuenta de cómo sus palabras habían afectado negativamente a las personas que quería. Decidió hacer un cambio y aprender a ser más considerado con los demás. Al día siguiente, Juan tuvo la oportunidad de poner en práctica su nueva actitud.

Encontró a Laura nuevamente, pero esta vez decidió elogiarla por su peinado: "Laura, te ves realmente hermosa con ese nuevo peinado. Realza tu belleza". Laura sonrió y le agradeció a Juan por sus palabras amables. Luego se encontró con Pedro, quien llevaba una camisa diferente.

Juan se acercó y le dijo: "Pedro, esa camisa te queda muy bien. Te hace lucir elegante y sofisticado". Pedro se sintió feliz al recibir un cumplido sincero de parte de Juan.

Más tarde en la semana, Lucas organizó otra fiesta para celebrar el éxito de su decoración con globos. Cuando Juan llegó, quedó impresionado por los nuevos globos brillantes que había comprado Lucas. Esta vez decidió decirle: "Lucas, esos globos son increíbles.

Le dan un toque mágico a la fiesta". Todos en la fiesta aplaudieron las palabras de Juan y Lucas se sintió muy orgulloso del trabajo que había hecho.

A medida que pasaban los días, Juan aprendió que aunque era importante ser sincero, también era vital pensar antes de hablar para no lastimar a los demás. Aprendió que podía expresar sus opiniones sin ser hiriente o irrespetuoso.

Desde aquel día, Juan se convirtió en un niño amable y respetuoso hacia los demás. Su sinceridad seguía siendo parte de él, pero ahora sabía cómo utilizarla adecuadamente para construir relaciones positivas y afectuosas.

Y así, Juan vivió felizmente, compartiendo su sinceridad de una manera más considerada y respetuosa con todos los que conocía.

FIN.

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