El poder de las palabras amables



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un grupo de animales que vivían juntos en armonía. Entre ellos se encontraban el conejo Lucas, la tortuga Lola, el pajarito Juanito y la rana Renata.

Un día soleado, mientras los animales jugaban cerca del lago, Lucas le dijo a Lola: "¡Eres tan lenta! No entiendo cómo puedes disfrutar de las cosas si siempre te quedas atrás".

Lola se sintió muy triste por esas palabras y su caparazón se volvió aún más pesado. Mientras tanto, Juanito el pajarito estaba cantando felizmente en su nido cuando escuchó a Renata diciendo: "¡Tus canciones son horribles! Deberías dejar de cantar y callarte para siempre".

Juanito bajó la cabeza con tristeza y sus melodías se convirtieron en silencio. Los días pasaron y los animales notaron cómo Lucas y Renata habían cambiado. Lucas ya no rebotaba felizmente como antes; ahora caminaba cabizbajo con sus orejas caídas.

Renata dejó de saltar por los charcos y solo se quedaba quieta mirando al suelo. Preocupados por sus amigos, Lola decidió hablar con Juanito para buscar una solución. "-Juanito, tenemos que hacer algo para ayudar a nuestros amigos", dijo Lola con determinación.

"-Tienes razón, debemos mostrarles lo importante que son", respondió Juanito. Entonces planearon una sorpresa especial para Lucas y Renata. Invitaron a todos los animales del pueblo a participar en un gran picnic junto al lago.

Los pájaros llevaron semillas y frutas, los conejos trajeron zanahorias y las ranas saltaron de alegría. Cuando Lucas y Renata llegaron al lugar del picnic, se sorprendieron al ver a todos sus amigos esperándolos con sonrisas en sus rostros.

"-Lucas, eres el animal más veloz que conocemos. Siempre nos llenas de energía", dijo Lola mientras abrazaba al conejo. Renata también recibió palabras amables.

"-Renata, tus saltos son tan asombrosos que siempre nos animan a seguir adelante", le dijo Juanito mientras posaba sobre su espalda. Al escuchar esas palabras amables y sinceras, Lucas y Renata comenzaron a sentirse mejor consigo mismos. Sus oídos se erguieron y sus ojos brillaron de alegría.

A partir de ese día, aprendieron lo importante que era utilizar palabras amables para construir un ambiente positivo y feliz. Desde entonces, Lucas nunca volvió a decirle cosas ofensivas a Lola; en cambio, la ayudaba cuando necesitaba llegar más rápido a algún lugar.

Renata dejó de criticar las canciones de Juanito; en cambio, aplaudía cada vez que él cantaba una nueva melodía. Los animales del pueblo aprendieron una valiosa lección sobre cómo las palabras pueden afectar profundamente a quienes nos rodean.

Descubrieron que con unas simples palabras amables podían hacer sentir bien a los demás y crear un ambiente lleno de amor y respeto.

Y así fue como Lucas, Lola, Juanito y Renata vivieron felices el resto de sus días junto con los demás animales del pueblo gracias al poder transformador de las palabras amables.

FIN.

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