El Poder de los Deseos


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, una niña llamada Mí Nombre Compromiso. Mí Nombre era muy curiosa y siempre estaba buscando nuevas aventuras.

Vivía con sus abuelos, Don Honorio y Doña Eulalia, quienes la querían con todo su corazón. Un día, mientras paseaba por el bosque detrás de su casa, Mí Nombre escuchó unos ruidos extraños que venían de un arbusto cercano.

Decidió acercarse con cuidado y descubrió a un pajarito atrapado entre las ramas. Sin dudarlo, Mí Nombre liberó al pajarito y lo sostuvo suavemente en sus manos. El pajarito se llamaba Cantarín y le agradeció a Mí Nombre por salvarlo. "Gracias por ayudarme, amiga", dijo Cantarín con alegría.

Mí Nombre sonrió y le preguntó a Cantarín cómo podía compensarle por su valentía. El pajarito pensativo respondió: "Puedo concederte tres deseos como muestra de mi gratitud". Mí Nombre se sorprendió pero aceptó la generosa oferta de Cantarín.

Después de pensarlo detenidamente, decidió pedir su primer deseo: quería que el árbol más alto del bosque estuviera lleno de dulces para compartir con todos los niños del pueblo.

Al instante, el árbol más alto se llenó de caramelos, chocolates y golosinas de todas clases. Los niños del pueblo corrieron emocionados hacia el árbol para disfrutar de aquel regalo inesperado.

Para su segundo deseo, Mí Nombre pidió que la fuente principal de la plaza del pueblo se convirtiera en chocolate caliente durante un día entero para que todos pudieran disfrutarlo sin límites. Y así fue como la fuente comenzó a brotar chocolate caliente, deleitando a grandes y chicos por igual.

Fue un día mágico en Villa Esperanza donde todos compartieron risas y momentos inolvidables gracias al segundo deseo de Mí Nombre. Finalmente, llegó el momento del tercer deseo.

Mí Nombre miró a Cantarín y le dijo: "Quisiera que todos los habitantes del pueblo aprendan a valorar lo que tienen y sean felices con lo simple". Cantarín asintió complacido con el noble deseo de Mí Nombre.

De repente, una luz brillante envolvió todo el pueblo y cada persona sintió en su corazón un profundo sentimiento de gratitud y alegría por las pequeñas cosas que antes pasaban desapercibidas.

Desde ese día en adelante, Villa Esperanza se convirtió en un lugar donde la solidaridad, la bondad y la felicidad reinaban en cada rincón gracias al increíble acto de valentía y generosidad de Mí Nombre Compromiso. Y así termina esta historia donde una niña común demostró que incluso las acciones más simples pueden traer consigo grandes cambios cuando vienen desde el corazón.

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