El poder de Martina


Había una vez una niña llamada Martina y su madre, quienes decidieron pasar un hermoso día en la naturaleza. Se dirigieron a una laguna que se encontraba al borde de un frondoso bosque.

Al llegar, quedaron maravilladas por la inmensidad del paisaje. La laguna era cristalina y reflejaba el cielo azul como un espejo mágico. A su alrededor, los árboles bailaban con el viento y las flores llenaban el aire con su dulce aroma.

Martina tomó la mano de su madre y juntas caminaron hacia el borde de la laguna. Al mirar hacia abajo, vieron cómo los peces nadaban sin preocupaciones entre las algas y los nenúfares.

El canto de los pájaros alegraba aún más el lugar. "Mamá, ¿por qué crees que todo esto es tan hermoso?" -preguntó Martina curiosa. Su madre sonrió antes de responder: "Porque cada uno de estos seres vive en armonía con la naturaleza.

Los peces nadan libremente en las aguas limpias, los pájaros vuelan libres por el cielo y las flores crecen felices bajo el sol". Martina asintió mientras seguían observando el paisaje.

Pero algo llamó su atención: un grupo de patitos nadando cerca del borde de la laguna. "¡Mira mamá! ¡Qué lindos patitos!", exclamó emocionada. Sin embargo, cuando se acercaron para verlos mejor, notaron que uno de ellos estaba atrapado entre unas ramas flotantes. Parecía asustado y no podía nadar hacia su madre.

Martina sintió tristeza al ver al patito en apuros. Sin pensarlo dos veces, decidió ayudarlo. Se quitó los zapatos y se adentró con cuidado en el agua.

"¡Tranquilo, patito! ¡Voy a salvarte!" -le dijo con dulzura mientras estiraba sus manos para liberarlo. Con paciencia y determinación, Martina logró desenredar las ramas que atrapaban al patito. Este, agradecido, nadó rápidamente hacia su madre.

La niña regresó a la orilla feliz y empapada pero llena de orgullo por haber ayudado a aquel pequeño ser. Su madre la abrazó y le dedicó una sonrisa radiante. "Martina, has hecho algo maravilloso hoy", le dijo emocionada. "Has demostrado que todos podemos hacer una diferencia en este mundo".

La niña comprendió lo que su madre quería decirle: cada acción cuenta, por más pequeña que sea. Desde ese día, Martina se prometió siempre proteger y cuidar de la naturaleza.

Los años pasaron y Martina creció convirtiéndose en una joven comprometida con el medio ambiente. Organizaba limpiezas de playas, plantaba árboles y educaba a otros sobre la importancia de cuidar nuestro planeta. Un día recibió un reconocimiento por su labor ambiental.

Al subir al escenario para recibirlo, miró hacia atrás y vio a su madre aplaudiendo orgullosa junto a muchas otras personas. En ese momento entendió que había cumplido su promesa de proteger y cuidar la naturaleza, gracias al ejemplo y las enseñanzas de su madre.

Martina se dio cuenta de que todos podemos marcar la diferencia si nos preocupamos por nuestro entorno. Y así, juntas, madre e hija continuaron trabajando para mantener el mundo hermoso y limpio para las generaciones futuras.

La historia de Martina nos enseña que cada uno de nosotros tiene el poder de hacer un cambio positivo en nuestro entorno. Solo necesitamos abrir nuestros ojos y corazones hacia la belleza que nos rodea, tal como lo hizo ella aquel día en la laguna.

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