El poder de Miguel Ángel


En un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza vivía Miguel Ángel, un niño de 10 años con una habilidad especial: podía controlar el clima.

Desde muy pequeño, descubrió que tenía este poder cuando logró hacer llover en medio de una sequía. Miguel Ángel era un niño amable y siempre trataba de ayudar a los demás. Un día, mientras caminaba por el parque del pueblo, vio a su amiga Sofía sentada en un banco, llorando desconsoladamente.

- ¿Qué te pasa, Sofi? -preguntó Miguel Ángel preocupado. - Es que mañana es mi cumpleaños y nadie va a poder venir a mi fiesta porque pronostican lluvia todo el día -respondió Sofía entre sollozos.

Miguel Ángel sonrió y le dijo:- No te preocupes Sofi, yo puedo solucionarlo. Déjame intentarlo. Miguel Ángel cerró sus ojos y concentró toda su energía en su poder. Poco a poco, las nubes grises comenzaron a disiparse y dejaron paso al sol radiante.

El pronóstico cambió repentinamente y se anunció un día soleado para la fiesta de Sofía. Sofi se secó las lágrimas y abrazó emocionada a Miguel Ángel. - ¡Gracias! Eres increíble -dijo ella con una gran sonrisa-. Pero...

¿cómo lo hiciste? - Bueno... no lo sé exactamente -respondió Miguel Ángel encogiéndose de hombros-. Solo sé que tengo este poder y quiero usarlo para hacer felices a las personas.

A partir de ese día, Miguel Ángel se convirtió en el héroe del pueblo. La gente acudía a él cuando necesitaba ayuda con el clima. Los agricultores le pedían que hiciera llover para salvar sus cosechas, y los niños le rogaban que trajera nieve para poder jugar.

Sin embargo, no todo era perfecto. A medida que Miguel Ángel usaba su poder más y más, comenzó a sentirse agotado física y emocionalmente. Los días soleados se volvieron aburridos y monótonos para él.

Un día, mientras caminaba por el bosque buscando un poco de paz, Miguel Ángel encontró a una pequeña ardilla atrapada en un árbol. Parecía asustada y no podía bajar. - No te preocupes amiguita -dijo Miguel Ángel con ternura-. Voy a ayudarte.

Miguel Ángel concentró su energía y sopló una fuerte ráfaga de viento hacia el árbol. La ardilla pudo saltar al suelo sana y salva. - ¡Gracias! -chirrió la ardilla antes de desaparecer entre los arbustos.

Miguel Ángel sonrió al ver cómo la naturaleza también necesitaba su ayuda. A partir de ese momento decidió usar sus poderes no solo para controlar el clima, sino también para proteger la flora y fauna del lugar.

El niño comenzó a trabajar junto con los guardabosques del pueblo plantando árboles nuevos y cuidando de las especies en peligro de extinción. También aprendió sobre conservación del agua y reciclaje, enseñando a los demás niños del pueblo cómo cuidar el medio ambiente.

Con el tiempo, Miguel Ángel se dio cuenta de que su poder no solo era una habilidad especial, sino también una responsabilidad. Aprendió a equilibrar su uso para ayudar a las personas y proteger la naturaleza sin agotarse.

El pueblo de Villa Esperanza se convirtió en un lugar próspero y sostenible gracias al trabajo de Miguel Ángel. La gente aprendió a valorar la importancia del clima y la naturaleza, y todos vivieron en armonía con el entorno.

Así, Miguel Ángel demostró que los poderes especiales no solo deben ser utilizados para beneficio propio, sino también para hacer del mundo un lugar mejor.

Y aunque tenía un don extraordinario, supo que lo más importante era ser amable, generoso y respetuoso con todo lo que le rodeaba.

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