El poder del amor y la amistad


Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, dos hermanos llamados Simón y Rouse. Eran inseparables y siempre estaban buscando nuevas aventuras para embarcarse juntos. Les encantaba jugar, correr y pasear por todos lados.

Un día soleado, mientras caminaban por el parque, vieron a un grupo de niños jugando al fútbol. Los ojos de Simón y Rouse se iluminaron al instante. "¡Vamos a jugar con ellos!", exclamó emocionado Simón.

Rouse asintió con entusiasmo y ambos se acercaron al grupo de niños. Pero cuando llegaron, los otros niños parecían no querer que se unieran a ellos. "¡No puedes jugar con nosotros! ¡Eres demasiado pequeño!", gritó uno de los niños burlonamente.

Simón miró hacia abajo con tristeza mientras Rouse lo abrazaba para consolarlo. Pero estos dos hermanos eran valientes y no se dieron por vencidos tan fácilmente. Decidieron buscar algo más divertido para hacer juntos.

Caminaron hasta llegar a un gran árbol cerca del río. Allí encontraron una cuerda colgando de una rama baja. "¿Qué tal si nos columpiamos?", sugirió Rouse emocionada. Simón asintió y rápidamente agarró la cuerda.

Se subió al columpio improvisado mientras Rouse lo empujaba suavemente desde atrás. Los dos reían a carcajadas mientras volaban hacia adelante y hacia atrás. Pero justo cuando estaban disfrutando del columpio, escucharon unos llantos provenientes del otro lado del río.

Rouse y Simón miraron hacia allí y vieron a un perrito atrapado en una rama que se había caído al agua. "¡Tenemos que ayudarlo!", exclamó Simón, preocupado por el perrito. Rouse rápidamente encontró una tabla flotante y la empujó hacia el perrito.

Con mucho esfuerzo, lograron rescatarlo y llevarlo a salvo a la orilla. El perrito estaba muy agradecido y comenzó a saltar de alegría. Se acercó a los hermanos, lamiéndoles las manos como muestra de gratitud.

"Creo que acabamos de hacer un nuevo amigo", dijo Rouse con una sonrisa. Simón asintió emocionado mientras acariciaba al pequeño perro. Decidieron llamarlo —"Amigo"  ya que ahora formaba parte de su pequeña familia. Desde ese día en adelante, Simón, Rouse y Amigo se convirtieron en inseparables.

Juntos iban al parque, jugaban al fútbol con otros niños e incluso exploraban nuevos lugares en su pueblo. Aprendieron que no importa cuántas veces te digan "no puedes", siempre hay algo más divertido esperándote si no te das por vencido.

También descubrieron el valor de la amistad verdadera y cómo ayudarse mutuamente para superar cualquier obstáculo que se les presentara.

Así fue como Simón, Rouse y Amigo demostraron al mundo lo importante que es ser valiente, perseverante y tener un corazón lleno de amor para compartir con todos aquellos que los rodean. Y así, vivieron felices y aventureros para siempre.

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