El poder del control
Había una vez un chico llamado Fer Larrosa, quien era conocido por ser muy valiente y aventurero. A pesar de su corta edad, siempre estaba buscando nuevas experiencias emocionantes.
Sin embargo, Fer tenía un pequeño problema: se enojaba fácilmente cuando conducía su bicicleta. Un día, Fer decidió explorar un nuevo camino en el bosque cercano a su casa. Montó en su bicicleta con entusiasmo y comenzó a pedalear rápidamente.
Pero a medida que avanzaba, encontraba obstáculos en el camino que le hacían perder la paciencia. Primero fue una rama caída que bloqueaba el sendero. "¡Maldita rama! ¡Siempre se interpone en mi camino!", exclamó Fer enfadado mientras saltaba de su bicicleta para removerla.
Luego, Fer se topó con un charco de agua profundo y fangoso. "¡No puedo creerlo! ¡Ahora voy a tener barro por todas partes!", gritó molesto mientras intentaba pasar sin ensuciarse demasiado.
A medida que continuaba su recorrido, cada pequeño obstáculo provocaba más frustración en Fer. Hasta que finalmente llegó a una cuesta empinada y resbaladiza. Intentó subir pedaleando con fuerza pero no lo logró y terminó cayendo al suelo lleno de barro.
Fer estaba furioso y sintió ganas de rendirse. Estuvo tentado de abandonar la bicicleta allí mismo y volver caminando a casa. Pero entonces recordó las palabras sabias de su abuelo: "La vida está llena de obstáculos, Fer.
Lo importante es cómo los enfrentas y aprendes de ellos". Decidido a cambiar su actitud, Fer se levantó del suelo y limpió el barro de su ropa.
Miró a su alrededor y vio que la cuesta era un desafío emocionante en lugar de una fuente de frustración. Con determinación, Fer volvió a subirse a la bicicleta y comenzó a pedalear con cuidado por la cuesta empinada. Fue difícil, pero poco a poco fue ganando terreno hasta llegar a la cima.
Al llegar arriba, Fer se sintió orgulloso y feliz consigo mismo. Había superado el obstáculo más grande hasta ahora y había aprendido una valiosa lección: no importaba cuánto se enojara mientras conducía, lo importante era mantenerse calmado y perseverar.
Desde ese día, Fer Larrosa ya no se enfadaba tanto mientras conducía su bicicleta. Aprendió que los obstáculos eran oportunidades para crecer y aprender.
Y cada vez que encontraba uno nuevo en su camino, recordaba las palabras sabias de su abuelo y seguía adelante sin perder la paciencia. Fer Larrosa se convirtió en un ejemplo para todos sus amigos.
Les enseñó que aunque las cosas pueden ser difíciles a veces, siempre hay una forma de superarlas si uno mantiene una actitud positiva y persevera. Y así, gracias a esa experiencia transformadora, Fer Larrosa vivió muchas aventuras emocionantes sin dejarse llevar por el enojo mientras conducía su bicicleta.
FIN.