El pollito de Luisa



Había una vez una niña llamada Luisa, que desde muy pequeña mostraba un amor inmenso por la naturaleza y todos los animales que habitaban en ella.

Pasaba horas observando mariposas revolotear entre las flores, escuchando el canto de los pájaros al amanecer y jugando con las ardillas que se acercaban a su jardín. Un día, mientras paseaba por el bosque cercano a su casa, Luisa encontró un pollito perdido. El pobrecito piaba desconsolado, buscando a su mamá.

Luisa, con su corazón lleno de compasión, decidió cuidarlo y protegerlo hasta encontrar a su familia. Lo llevó a casa en sus manos con sumo cuidado y le preparó un nidito calentito con hojitas secas y semillitas para comer.

"Tranquilo pollito, no tengas miedo. Aquí estarás seguro hasta que encuentre a tu mamá", le dijo Luisa mientras lo acariciaba suavemente. El pollito se sintió reconfortado en brazos de Luisa y poco a poco dejó de piar angustiado.

Con el correr de los días, Luisa se encargó de alimentarlo adecuadamente y mantenerlo abrigado. Mientras tanto, investigaba sobre qué tipo de pájaro era para poder dar con sus padres.

Una tarde soleada, cuando salieron juntos al jardín para dar un paseo, el pollito comenzó a revolotear nervioso cerca del árbol donde solían jugar las ardillas. De repente, unas aves más grandes aparecieron piando fuerte; eran los papás del pollito perdido que lo habían estado buscando sin descanso.

Luisa observó emocionada cómo el pequeño pollito reencontraba a su familia. Estaba feliz por haber podido ayudarlo y verlo junto a los suyos otra vez.

Los papás pájaros cantaron hermosas melodías como muestra de gratitud hacia la bondadosa niña que había cuidado de su cría. "Gracias por traer de vuelta a nuestro hijo sano y salvo", trinaron los papás pájaros mientras hacían reverencias ante Luisa.

La niña sonrió radiante y sintió en su corazón una alegría indescriptible al presenciar ese emotivo reencuentro.

Desde ese día, cada vez que salía al bosque o simplemente miraba por la ventana de su habitación hacia el jardín repleto de vida, recordaba la importancia de ayudar y proteger a los animalitos que forman parte del maravilloso mundo natural. Luisa aprendió valiosas lecciones sobre empatía, responsabilidad y respeto hacia todas las criaturas vivientes gracias a esa experiencia inolvidable junto al pequeño pollito perdido.

Y así siguió creciendo rodeada del amor infinito que solo la naturaleza puede brindarle a quienes saben apreciarla verdaderamente.

FIN.

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