El Portal de Encantoville
Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, un grupo de niños de segundo grado muy curiosos y aventureros. Un día, mientras jugaban en el parque, descubrieron un misterioso portal escondido detrás de unos arbustos.
Intrigados por lo desconocido, decidieron acercarse al portal y sin pensarlo dos veces, se aventuraron a cruzarlo. Al otro lado del portal se encontraba Encantoville, una tierra llena de magia y sorpresas.
Al llegar a Encantoville, los niños se encontraron con seres fantásticos como duendes traviesos, hadas amigables y unicornios majestuosos. Pero también había criaturas mágicas que no eran tan amigables.
En su travesía por Encantoville, los niños conocieron al sabio Héctor Maguila quien les explicó que para regresar a casa debían encontrar la Piedra Mágica Perdida. Esta piedra tenía el poder de abrir el portal hacia Villa Feliz. Emocionados por la misión que tenían por delante, los niños comenzaron su búsqueda.
Recorrieron bosques encantados y subieron montañas nevadas en busca de pistas que los llevaran hasta la Piedra Mágica Perdida. Durante su viaje conocieron a personajes peculiares como el duende risueño Trastoñito y la hada cantarina Melodía.
Ambos les brindaron consejos útiles para avanzar en su búsqueda. Sin embargo, no todo fue tan sencillo como parecía. Encontraron obstáculos inesperados como laberintos encantados y puentes mágicos que se movían. Pero con trabajo en equipo y perseverancia, los niños lograron superar cada desafío.
Finalmente, después de muchas aventuras y giros inesperados, los niños encontraron la Piedra Mágica Perdida en lo más alto de una montaña. Con gran emoción, tomaron la piedra en sus manos y regresaron al portal.
Al cruzar el portal, los niños se encontraron de vuelta en el parque de Villa Feliz. Estaban felices de haber vivido una increíble aventura en Encantoville pero también valoraban su hogar y a sus seres queridos aún más.
A partir de ese día, los niños aprendieron que la curiosidad y la valentía son cualidades importantes para enfrentar nuevos desafíos. También comprendieron que trabajar juntos y no rendirse nunca lleva a grandes recompensas.
Y así, los niños de segundo grado guardaron en su corazón las lecciones aprendidas durante su visita a Encantoville. Siempre recordarían esa maravillosa aventura como un tesoro preciado que les enseñó sobre amistad, perseverancia y el poder del espíritu explorador.
FIN.