El Portal de la Alegría



Había una vez dos amigas llamadas Sofía y Valentina, que vivían en un pequeño pueblo en las afueras de Buenos Aires. Un día, mientras exploraban el bosque cercano a sus casas, encontraron un misterioso portal escondido entre los árboles.

Intrigadas y emocionadas, decidieron cruzarlo juntas para descubrir qué había al otro lado. Al pasar por el portal, se encontraron en un lugar de fantasía lleno de colores brillantes y criaturas mágicas.

"¡Guau! ¡Esto es increíble!", exclamó Sofía con los ojos llenos de asombro. "Sí", respondió Valentina sonriendo. "Parece que hemos entrado en un mundo mágico". Las dos amigas comenzaron a explorar aquel lugar maravilloso.

Se encontraron con hadas juguetonas que les enseñaron canciones encantadoras y unicornios majestuosos que les permitieron montar sobre sus lomos. Mientras caminaban por un sendero dorado, escucharon una melodía suave proveniente del fondo del bosque.

Siguiendo la música, llegaron a un claro donde vieron a una sirena cantando en un estanque cristalino. "¡Oh! Quiero aprender a cantar como ella", dijo Sofía admirada. Valentina miró a su amiga con determinación y le dijo: "Si nos acercamos lo suficiente tal vez podamos aprender su canto".

Con mucho cuidado para no asustar a la sirena, se acercaron lentamente hasta estar lo más cerca posible. Escuchando atentamente cada nota musical que salía de su boca, intentaron imitarla. Después de varios intentos, las amigas finalmente lograron cantar una melodía hermosa y armoniosa.

La sirena asombrada por su talento, salió del agua y les agradeció con una reverencia. "Ustedes tienen un don especial", dijo la sirena. "Su música puede traer alegría y esperanza a todos los que la escuchen".

Emocionadas por el cumplido, Sofía y Valentina decidieron usar su talento para hacer el bien en aquel mundo mágico. Comenzaron a recorrer cada rincón llevando su música a todos los seres que encontraban en su camino.

Un día, mientras exploraban un bosque encantado, se toparon con un gnomo triste llamado Hugo. Parecía haber perdido toda esperanza y estaba convencido de que nunca encontraría lo que buscaba. "Sofía y Valentina, ¿podrían ayudarme?", preguntó Hugo con voz temblorosa.

Las amigas se miraron entre sí y asintieron. Juntas comenzaron a cantar una canción llena de amor y aliento. Poco a poco, el rostro del gnomo se iluminó con una sonrisa radiante.

"¡Gracias! Ahora sé que no debo rendirme", exclamó Hugo lleno de gratitud. Sofía y Valentina comprendieron entonces que su música tenía el poder de inspirar a otros para superar sus dificultades. Continuaron viajando por aquel mundo mágico compartiendo su don con todos aquellos que lo necesitaban.

Finalmente, después de muchas aventuras emocionantes, llegó el momento en que las amigas tuvieron que regresar a su hogar.

Aunque tristes por dejar aquel lugar de fantasía, sabían que habían dejado una huella positiva en el corazón de cada ser mágico que habían conocido. Al cruzar nuevamente el portal y encontrarse de vuelta en su pueblo, Sofía y Valentina se miraron con una sonrisa llena de gratitud.

Habían aprendido la importancia de compartir sus talentos y cómo un pequeño acto de bondad podía hacer una gran diferencia en la vida de los demás. Desde ese día, las amigas siguieron cantando juntas en todas las ocasiones especiales del pueblo, llenando los corazones de todos con alegría y esperanza.

Y así, su música continuó inspirando a todos aquellos que tenían la fortuna de escucharla.

FIN.

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