El portal de la sonrisa



Había una vez una niña llamada Luz, quien vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. A pesar de que era muy feliz con su vida cotidiana, siempre soñaba con aventuras emocionantes y lugares mágicos.

Un día, mientras exploraba el bosque cercano a su casa, Luz descubrió un extraño portal escondido entre los árboles. El portal estaba cubierto de enredaderas y parecía llevar a otro mundo desconocido.

Sin pensarlo dos veces, Luz decidió atravesar el portal y explorar lo que había al otro lado. Al cruzar, se encontró en un lugar completamente diferente: un mundo lleno de colores brillantes y criaturas fantásticas.

Una hermosa mariposa se acercó a ella y le dijo: "¡Bienvenida a Fantasilandia, el lugar donde todos tus sueños pueden hacerse realidad!". Luz quedó asombrada por la belleza del lugar y no podía creer lo que veían sus ojos. Decidió comenzar su aventura explorando cada rincón de Fantasilandia para descubrir todos sus secretos.

Mientras caminaba por prados llenos de flores mágicas y cascadas cristalinas, Luz hizo nuevos amigos: un duende juguetón llamado Trasto y una hada traviesa llamada Chispita. Los tres amigos pasaban horas jugando juntos y aprendiendo cosas nuevas sobre Fantasilandia.

Trasto les enseñaba cómo construir casitas con palitos y hojas secas, mientras Chispita les mostraba cómo hacer trucos mágicos con varitas encantadas.

Un día, mientras exploraban un bosque encantado, Luz y sus amigos se encontraron con una criatura triste llamada Melancolía. Melancolía les contó que había perdido su sonrisa y ya no podía encontrarla. Luz, Trasto y Chispita decidieron ayudar a Melancolía a recuperar su sonrisa.

Juntos, buscaron en cada rincón de Fantasilandia, preguntando a todos los habitantes si habían visto la sonrisa perdida. Después de mucho buscar, finalmente encontraron la sonrisa escondida en el corazón de un antiguo árbol sabio.

El árbol les dijo que la clave para desbloquear la sonrisa era hacer algo amable por alguien más. Luz tuvo una idea: organizaron un gran picnic para todos los habitantes de Fantasilandia. Todos trajeron comida deliciosa y compartieron risas y alegría juntos.

Cuando llegó el momento del postre, Luz le dio a Melancolía una rebanada especial de pastel decorada con dulces y confeti. Al probarlo, Melancolía sintió una explosión de sabor en su boca y su rostro se iluminó con una gran sonrisa.

Desde ese día en adelante, Fantasilandia estuvo lleno de risas y felicidad gracias al esfuerzo conjunto de Luz, Trasto, Chispita y todos sus nuevos amigos.

Al finalizar su aventura en Fantasilandia, Luz regresó a su hogar con el corazón lleno de gratitud por haber tenido la oportunidad de vivir algo tan maravilloso. Aprendió que siempre hay magia en todas partes si sabemos buscarla y que hacer algo amable por los demás puede traer alegría a nuestras vidas.

Y así, Luz volvió a su vida cotidiana en el pueblo rodeado de montañas, pero con la certeza de que siempre habría un mundo mágico esperándola cuando quisiera volver a explorar.

FIN.

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