El portal de los dinosaurios


Felipe era un niño curioso y amante de los dinosaurios. Tenía una gran colección de juguetes y libros sobre estas criaturas prehistóricas que lo fascinaban.

Un día, mientras jugaba en su jardín trasero, Felipe tuvo una idea emocionante: ¿y si pudiera traer a sus dinosaurios a la vida? Con mucha imaginación, Felipe comenzó a construir un portal mágico con ramas, hojas y piedras.

Siguiendo las instrucciones de uno de sus libros favoritos, recitó unas palabras en voz alta y... ¡el suelo tembló! De repente, frente a él aparecieron tres dinosaurios enormes: un Tiranosaurio Rex, un Triceratops y un Diplodocus. Los ojos de Felipe se abrieron como platos al ver a sus adorados dinosaurios cobrando vida.

Estaban pacíficos y curiosos, explorando aquel jardín desconocido para ellos. Al principio sintió miedo, pero luego recordó que eran sus amigos y les habló con cariño:- ¡Hola! Soy Felipe. Bienvenidos a mi jardín.

El Tiranosaurio Rex gruñó amigablemente mientras el Triceratops movía sus cuernos en señal de saludo. El Diplodocus extendió su cuello largo para olfatear las flores cercanas. Juntos emprendieron una aventura llena de descubrimientos asombrosos.

Los días pasaron volando con juegos interminables entre risas y diversión. Los dinosaurios ayudaban a Felipe en el huerto plantando semillas con cuidado con sus enormes patas; también le enseñaron cómo comunicarse sin necesidad de palabras, solo con gestos simples pero efectivos.

Sin embargo, no todo sería fácil: un vecino malhumorado llamado Don Eustaquio vio a los dinosaurios desde su ventana y decidió llamar a la policía para deshacerse de ellos.

Cuando la policía llegó al jardín de Felipe, encontraron una escena increíble: los dinosaurios estaban bailando al ritmo de la música que sonaba en el radio viejo del abuelo de Felipe.

El oficial Martínez no podía creer lo que veían sus ojos:- ¿Qué está ocurriendo aquí? Felipe explicó cómo había traído a los dinosaurios al jardín con ayuda del portal mágico que había construido. La mirada incrédula del oficial se transformó en una sonrisa cuando vio la alegría pura en los rostros del niño y los dinosaurios.

- Bueno chicos -dijo el oficial Martínez-, parece que no están causando problemas después de todo. Don Eustaquio se quedó boquiabierto al ver cómo todos disfrutaban juntos sin molestar a nadie. Poco a poco empezó a cambiar su actitud hacia los nuevos habitantes del barrio.

La noticia sobre los increíbles amigos jurásicos de Felipe se esparció rápidamente por toda la ciudad hasta llegar al Museo Paleontológico local donde quisieron estudiar más sobre este fenómemo único en la historia moderna.

Finalmente, llegó el momento despedida: era hora para los dinosaurios regresar a su época original antes que el portal mágico dejara pasar demasiado tiempo allí presente.

Con lágrimas en los ojos pero lleno corazón feliz por todas las experiencias vividas junto a sus amigos prehistóticos, Felipe cerrò el portal despidiéndose prometiéndoles visitarlos cada vez leeia algun libro nuevo sobre ellos. Y así termina esta inolvidable historia llena magia, donde la amistad superò barreras temporales demostrándonos que siempre hay espacio para lo inesperado e increible aún dentro lo cotidiano.

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