El portal estelar



Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, dos niños llamados Pedro y Sofía. Desde muy pequeños, siempre soñaron con ser astronautas y explorar el espacio.

Pasaban horas mirando las estrellas y leyendo libros sobre la Luna y los planetas. Un día, mientras observaban el cielo nocturno desde el patio trasero de su casa, vieron algo increíble: un destello brillante que cruzaba velozmente por encima de ellos. Era un meteorito que había caído cerca del pueblo.

Sin dudarlo ni un segundo, Pedro y Sofía decidieron ir a investigar. Equipados con sus cascos espaciales hechos de cartón y sus trajes espaciales improvisados con sábanas blancas, se dirigieron hacia el lugar donde había caído el meteorito.

Al llegar, quedaron maravillados al ver una nave espacial completamente diferente a todo lo que habían visto antes. Sin pensarlo dos veces, subieron a bordo de la nave y descubrieron que podían controlarla.

Impulsados por la emoción y la curiosidad, decidieron viajar hasta la Luna para cumplir su sueño de convertirse en astronautas. Cuando llegaron a la Luna, Pedro y Sofía se sorprendieron al encontrar una base lunar abandonada.

Exploraron cada rincón del lugar hasta que encontraron una extraña señal proveniente de un radar antiguo. "¿Qué crees que pueda ser?", preguntó Sofía emocionada. "No lo sé", respondió Pedro intrigado. "Pero debemos seguir esa señal".

Siguiendo las indicaciones del radar, los niños caminaron durante horas hasta llegar a una cueva oculta. Dentro de ella, encontraron algo inimaginable: ¡un portal hacia otro planeta! Sin pensarlo dos veces, Pedro y Sofía cruzaron el portal y se encontraron en un mundo completamente nuevo y desconocido.

El paisaje era asombroso, lleno de colores brillantes y criaturas extrañas. Mientras exploraban el nuevo planeta, conocieron a una pequeña extraterrestre llamada Luna. Luna era curiosa e inteligente, y rápidamente se hizo amiga de Pedro y Sofía.

"¡Hola! ¿Quiénes son ustedes?", preguntó Luna con entusiasmo. "Somos Pedro y Sofía, astronautas en entrenamiento", respondió Pedro emocionado. Luna les mostró su hogar en el nuevo planeta.

Había árboles que cambiaban de color según la música que sonaba a su alrededor, ríos llenos de estrellas fugaces y montañas hechas de algodón de azúcar. Era un lugar mágico donde todo parecía posible.

Pedro y Sofía aprendieron muchas cosas nuevas junto a Luna: cómo cultivar plantas alienígenas, cómo construir casitas flotantes con nubes esponjosas e incluso cómo comunicarse con los animales del planeta. Después de pasar un tiempo maravilloso en ese mundo mágico, Pedro y Sofía decidieron regresar a casa para compartir sus experiencias con todos en la Tierra.

Aunque extrañarían mucho a Luna, sabían que siempre serían amigos especiales. Cuando regresaron al pueblo argentino donde vivían, contaron su increíble aventura a todos los niños del lugar.

Inspirados por la historia de Pedro y Sofía, muchos niños comenzaron a soñar con convertirse en astronautas y explorar el espacio.

Pedro y Sofía nunca olvidaron su viaje al nuevo planeta y siempre recordaron la valiosa lección que aprendieron: que los sueños pueden llevarnos a lugares inimaginables, donde la amistad y la aventura nos esperan en cada esquina del universo.

FIN.

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