El Pozo de los Sueños



En un pequeño pueblo rodeado de montañas, había un pozo antiguo al que todos llamaban "El Pozo de los Sueños". Se decía que quien arrojara una moneda y pidiera un deseo sincero, lo podría lograr. Sin embargo, sólo los niños del pueblo se atrevían a acercarse, llenos de curiosidad y esperanza.

Una mañana soleada, tres amigos, Lila, Tomás y Rocco, decidieron explorar el misterioso pozo. Los tres eran inseparables y siempre tenían grandes sueños. Lila soñaba con ser una gran artista, Tomás quería ser inventor, y Rocco soñaba con ser un famoso cantante.

"¿Y si deseamos que nuestros sueños se hagan realidad?" - sugirió Lila emocionada.

"Claro, pero debemos pedirlo desde el corazón" - respondió Tomás, ajustándose las gafas.

"Yo tengo una moneda! Vayamos a hacerlo juntos" - gritó Rocco, con su energía contagiosa.

Los tres se acercaron al pozo y, tras hacer una pequeña fila, cada uno tomó su turno. Lila lanzó su moneda, cerró los ojos y pidió un deseo. Tomás hizo lo mismo, y finalmente Rocco. Sin embargo, cuando el último deseo fue pedido, algo sorprendente sucedió.

De repente, el pozo comenzó a brillar y una voz mágica emergió de su interior.

"Hijos del corazón, sus deseos son poderosos, pero también lo es su esfuerzo. Si realmente quieren que sus sueños se hagan realidad, deberán ayudar a que otros también cumplan los suyos".

Los amigos se miraron confundidos, pero sabían que tenían que aceptar el desafío.

"¿Cómo podemos ayudar a los demás?" - preguntó Lila.

"Comenzando por su propio pueblo. Plantando árboles, ayudando a los ancianos, y compartiendo lo que tienen" - respondió la voz del pozo.

Y así fue como los tres amigos comenzaron a trabajar. En los días siguientes, organizaron jornadas de recolección de basura, plantación de flores y árboles, y visitas a la casa de doña Clara, la anciana del barrio que siempre había estado sola. Con cada acción, se sentían más y más felices, y al regresar al pozo, a la hora de pedir sus deseos, notaron algo curioso: cada vez que hacían algo bueno, sus deseos estaban más cerca de cumplirse.

Un día, después de una larga jornada de trabajo, Rocco se sintió desanimado.

"Siento que nunca llegaré a ser cantante. ¿Por qué no puedo ser como los grandes artistas?" - decía mientras miraba al cielo.

"Pero Rocco, mira todo lo que hemos logrado juntos. Eso también es importante!" - contestó Lila.

"Sí, además, aún no hemos visto lo que puede pasar con tu voz. ¿Por qué no hacemos un recital en la plaza?" - propuso Tomás.

Rocco se iluminó ante la idea y pronto, los tres comenzaron a planear el recital. Invitaron a todos en el pueblo y comenzaron a practicar. Con el paso de los días, más y más personas se unieron a ellos para ayudar. Se hicieron carteles, prepararon el sonido y hasta llevaron comidas.

Finalmente llegó el gran día. La plaza estaba repleta de gente y el escenario brillaba. Rocco, con un poco de nervios, subió al escenario y habló a la multitud.

"Hoy es un día especial. Este recital no es solo para mí, sino para todos los que han ayudado a que nuestros sueños se hagan realidad!" - y al decir esto, sus amigos aplaudieron con entusiasmo.

Cuando comenzó a cantar, la gente quedó maravillada. La voz de Rocco era melodiosa y llena de emoción. Al terminar, todos aplaudieron y gritaron. La algarabía era contagiosa y Rocco se sentía lleno de alegría.

"¡Lo lograste, Rocco!" - gritaron Lila y Tomás.

"Felicidades, amigo, ¡esto es solo el comienzo!" - añadieron otros.

Al finalizar el recital, Rocco sintió en su corazón que su sueño había comenzado a hacerse realidad. Más que el talento, valoraba el trabajo en equipo y la ayuda a los demás. Al volver al pozo, comprendieron la lección que habían aprendido.

"Así que nuestros sueños se hacen realidad cuando soñamos juntos y ayudamos a que otros también sueñen" - concluyó Lila.

"Vamos a seguir ayudando!" - dijo Tomás.

"Y cantando, no me olvido de mi sueño" - sonrió Rocco.

Desde aquel día, El Pozo de los Sueños se llenó de risas, esfuerzo y nuevos sueños. Los tres amigos aprendieron que los sueños no solo se piden, sino que también se construyen en comunidad. Y así, cada vez que alguien arrojaba una moneda al pozo, el brillo de la esperanza iluminaba el pueblo, recordando que juntos eran más fuertes y que sus deseos eran siempre más bellos cuando eran compartidos.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!