El prado de la alegría



Había una vez, en un hermoso jardín, una familia de plantas y semillas. La mamá planta se llamaba Rosa y el papá planta se llamaba Juan. Juntos tenían dos hijitos: Margarita y Manuel.

Rosa era una flor muy colorida y alegre, siempre luciendo sus pétalos rojos y brillantes. Juan era un árbol alto y fuerte, con ramas que parecían abrazar al cielo.

Margarita era una pequeña semilla curiosa y aventurera, mientras que Manuel era más tranquilo y prefería quedarse cerca de su mamá. Un día soleado, Margarita decidió explorar más allá del jardín familiar. Caminó por el sendero de piedras hasta llegar a un prado lleno de flores desconocidas para ella.

Fascinada por tantos colores nuevos, decidió hacer amistad con ellas. "¡Hola! Soy Margarita", se presentó emocionada. Las otras flores la miraron sorprendidas pero no respondieron. Parecían estar tristes y apagadas. Margarita no entendía qué pasaba.

Decidió preguntarles:"¿Por qué están tan tristes? ¿Les pasa algo?"Una pequeña margarita blanca le respondió con voz débil:"Estamos aquí hace mucho tiempo sin poder crecer ni florecer. "Margarita sintió mucha compasión por las demás flores e inmediatamente tuvo una idea brillante.

"¡Esperen aquí! Voy a buscar ayuda", exclamó antes de correr hacia su casa en busca de sus padres. Cuando llegó al jardín familiar, encontró a Rosa y Juan disfrutando del sol.

Les contó lo que había descubierto en el prado y les pidió que ayudaran a las flores tristes. "¡Claro que sí, hijita! Vamos todos juntos", respondió Rosa emocionada. La familia de plantas y semillas regresó al prado y se acercaron a las flores apagadas.

Rosa compartió su energía con ellas, mientras Juan extendía sus ramas para darles sombra y protección. Poco a poco, las flores comenzaron a recuperar su vitalidad. Sus colores volvieron a brillar y sus pétalos se abrieron con alegría.

Margarita sonrió satisfecha al ver el resultado de su ayuda. Sabía que había hecho algo maravilloso al unir fuerzas con su familia para devolver la felicidad al prado.

Desde ese día, la familia de plantas y semillas visitaba frecuentemente el prado para asegurarse de que todas las flores estuvieran bien. Margarita aprendió la importancia de ser amable y compasiva con los demás, mientras que Rosa y Juan reafirmaron el valor de trabajar en equipo.

Y así, juntos, lograron demostrar que cuando nos unimos por una causa noble, podemos hacer grandes cosas y llenar el mundo de color. La familia de plantas y semillas se convirtió en ejemplo para todo el jardín e inspiración para otras familias vegetales.

FIN.

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