El Prado de la Luz Fraternal
Había una vez en un mundo de oscuridad, donde nada parecía tener forma ni color. En medio de esa negrura, vivían dos pequeñas chispas de luz llamadas Lila y Tilo.
Eran curiosas y valientes, y siempre estaban juntas explorando su oscuro mundo. Un día, mientras jugaban a esconderse entre las sombras, escucharon un susurro lejano que las llamaba.
Intrigadas, decidieron seguir aquel sonido misterioso que las llevó a un lugar diferente a todo lo que habían conocido: un prado lleno de flores brillantes y árboles frondosos. - ¡Wow! ¿Dónde estamos, Tilo? -preguntó emocionada Lila. - No lo sé, pero es hermoso. ¡Mira todas esas luces brillantes! -respondió Tilo maravillado.
Las dos chispas de luz se acercaron a las flores y descubrieron que cada una emitía destellos multicolores al ritmo de una melodía suave que llenaba el aire. Fascinadas por aquella sinfonía luminosa, decidieron quedarse un rato para disfrutarla.
Sin embargo, cuando el sol comenzó a despuntar en el horizonte del prado luminoso, las flores se marchitaron y los árboles perdieron su resplandor. La tristeza invadió a Lila y Tilo al ver cómo la luz desaparecía lentamente ante sus ojos.
- ¡Oh no! ¿Qué está pasando? -exclamó preocupada Lila. - Parece que la luz solo brilla durante el día aquí. Pero no te preocupes, seguro encontraremos la manera de mantenerla encendida siempre -dijo Tilo con determinación.
Decididas a traer luz constante al prado mágico, Lila y Tilo emprendieron un viaje en busca del secreto detrás de aquella luminosidad efímera. Recorrieron bosques oscuros y atravesaron ríos turbulentos hasta llegar a una cueva oculta donde encontraron a Lucio, el guardián de la luz eterna.
Lucio les explicó que la verdadera fuente de luz residía en sus corazones; si lograban mantener viva la llama del amor fraternal entre ellas, nunca más se apagarían.
Con esta revelación en mente, regresaron al prado dispuestas a demostrar su valentía y compromiso mutuo. Desde ese día, Lila y Tilo iluminaron el prado con su brillo inagotable gracias al poder del amor genuino que compartían.
Las flores volvieron a brillar con intensidad perpetua mientras los árboles reverdecían bajo su resplandor constante. Y así fue como dos pequeñas chispas de luz enseñaron al mundo entero que incluso en los momentos más oscuros siempre hay una llama interior capaz de iluminar cualquier tiniebla.
Y así continuaron viviendo felices para siempre bajo el cobijo cálido de su propia luz radiante.
FIN.