El prado sin flores



Rodrigo y Sofia se miraron con preocupación. ¿Qué había pasado con las flores? ¿Se habían marchitado todas de repente? - ¡No puede ser! -exclamó Rodrigo-. Ayer había un montón de flores en este prado.

Sofia se agachó para examinar el suelo. No había rastro de pisadas ni signos de que alguien hubiera arrancado las flores. - Es como si se hubieran evaporado -dijo ella, frunciendo el ceño. De repente, oyeron una risa a lo lejos.

Se volvieron hacia la dirección del sonido y vieron a un grupo de niños corriendo por el prado vecino. - ¡Miren qué lindo nuestro jardín! -gritaba uno de ellos, señalando hacia un terreno cercano lleno de flores multicolores.

Rodrigo y Sofia intercambiaron una mirada. Había sido culpa suya no haber cuidado mejor del prado frente a su casa. Pero ahora debían hacer algo al respecto. Decidieron ir a hablar con los niños para preguntarles sobre las flores.

Los pequeños les contaron que habían sembrado ellas mismas las semillas y regaban el jardín todos los días para que crecieran fuertes y hermosas. - Nos encanta tener nuestro propio jardín -dijo una niña con orgullo-.

Y siempre tenemos muchas flores para darle a nuestras mamás o decorar nuestras casas. Rodrigo y Sofia aprendieron una valiosa lección ese día: no bastaba con amar las flores, también tenían que cuidarlas y protegerlas para que crecieran sanas y fuertes.

Y así, inspirados por los niños del jardín vecino, decidieron sembrar su propio jardín y dedicarse a cuidarlo con esmero. Desde entonces, el prado frente a su casa se llenó de flores de todos los colores y tamaños.

Rodrigo y Sofia aprendieron que la verdadera belleza radica en cuidar lo que amamos y verlo crecer día a día.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!
1