El primer día de clases de Carlos



Era un hermoso día soleado y Carlos estaba muy nervioso. Era su primer día de clases en una escuela nueva y no sabía qué esperar. Desde la mañana, su mamá le había preparado un delicioso desayuno, pero Carlos solo podía pensar en el momento en que entraría al aula.

"Mamá, ¿y si no le gusto a nadie?" - le dijo Carlos mientras movía su cuchara sin ganas.

"Carlos, todos en la escuela estarán tan nerviosos como vos. Solo tenés que ser vos mismo" - respondió su mamá con una sonrisa alentadora.

Con un poco más de confianza, Carlos se preparó y salió rumbo a la escuela. Al llegar, pudo ver a otros niños jugando en el patio, pero con el corazón latiendo con fuerza, sintió que esos chicos parecían tenerlo todo resuelto.

Cuando sonó el timbre, los alumnos se alinearon para entrar al aula. Carlos se ubicó en una esquina del fondo, esperando que el maestro presentara a los nuevos.

"Hola a todos, soy el señor López, su maestro. Hoy es un día especial porque conoceremos a un nuevo compañero" - anunció el maestro con voz amigable.

"¡Carlos!" - gritó un niño desde el otro lado del aula.

Carlos se sonrojó y, tras hacerse un lugar entre los pupitres, se presentó.

"Hola, soy Carlos. Vengo de otra ciudad" - dijo un poco tímido. Albert, un niño alto que estaba sentado cerca, le sonrió.

"¿Te gusta el fútbol?" - preguntó Albert.

"Sí, me encanta jugar al fútbol" - respondió Carlos con más ánimo.

Así empezó su primer día. A lo largo de la mañana, el maestro les presentó varias actividades. Sin embargo, cuando llegó el recreo, Carlos se sintió un poco perdido.

En el patio, vio a los chicos jugar al fútbol, pero se mostraron reacios a invitarlo. Mientras tanto, lo más impactante y aterrador sucedió: un grupo de chicos se burló de otro niño, llamado Tomás, porque no sabía jugar bien. Carlos miraba, sintiendo que tenía que hacer algo.

Finalmente, se acercó al grupo.

"¡Eh! ¡No se burlen de él! Todos empezamos en algún lado" - dijo con firmeza.

Los chicos lo miraron sorprendidos, pero luego bajaron la mirada. Carlos se acercó a Tomás y le dijo.

"¿Querés que juguemos juntos? Te puedo enseñar algunos trucos" - propuso.

Tomás sonrió, mientras los otros chicos empezaban a ablandarse. Carlos, ahora con más confianza, se unió a la partida de fútbol. Cada vez que fallaban un gol, animaba a Tomás, y pronto otro grupo de chicos se unió a ellos. La risa y la diversión llenaron el patio.

Ese día, Carlos se fue a casa con una gran sonrisa y un nuevo amigo.

"¿Cómo te fue, Carlos?" - preguntó su mamá ansiosa.

"¡Fue genial! Hice un amigo y nos divertimos jugando al fútbol" - respondió feliz.

"¡Qué bien! Estoy tan orgullosa de vos por haber defendido a Tomás" - comentó su mamá con los ojos llenos de orgullo.

Carlos entendió que ser uno mismo, ser valiente y ayudar a los demás es lo que realmente importa. No solo había hecho un amigo, sino que también había aprendido que, en la vida, a veces hay que defender lo que es correcto. Con ese espíritu, estaba listo para enfrentar cualquier reto en su nueva escuela.

FIN.

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