El primer día de clases en el aula de la diversidad



Era un soleado lunes de febrero y, como todos los años, todo el mundo estaba emocionado por el inicio de las clases. En la escuela primaria ‘Las Estrellas Brillantes’, los alumnos de 4to grado estaban especialmente nerviosos. Entre ellos se encontraban Sofía, una chica muy creativa que siempre llevaba su libreta de dibujos; Mateo, un chico muy atlético que amaba el fútbol; y Lucas, que tenía una pasión especial por las matemáticas.

Cuando entraron al aula, notaron que allí también estaba Valentina, una nueva compañera que había llegado de otra ciudad. Era un poco tímida y aún no conocía a nadie. Los chicos la miraron con curiosidad, pero no dijeron nada.

Sofía, que era muy amable, decidió acercarse a Valentina.

- “¡Hola! Soy Sofía, ¿te gustaría sentarte conmigo? ”

Valentina sonrió, sintiéndose un poco más tranquila.

- “¡Hola! Claro, gracias.”

Mientras tanto, Mateo le mostró a Lucas una pelota de fútbol nueva.

- “¿Te animás a jugar después de clases? ”

- “¡Claro! Pero no prometo ser tan bueno como vos,” contestó Lucas, riendo.

- “No importa, ¡lo importante es divertirse! ”

Esa tarde, la maestra Ana pasó a presentarse. Era una mujer muy cariñosa y tenía una forma especial de enseñar. “Hoy vamos a conocernos un poco más. Quiero que cada uno comparta un talento o una cualidad especial que tenga,” propuso.

- “Yo sé dibujar y me encanta hacer cómics,” dijo Sofía emocionada.

- “¡Yo soy un experto en matemáticas! ” se adelantó Lucas.

- “Y a mí me gusta jugar a la pelota,” añadió Mateo con una gran sonrisa.

- “Yo... bueno, um...” murmuró Valentina, nerviosa.

La maestra Ana le sonrió con amabilidad.

- “No importa si no estás segura. Todos tenemos algo único para ofrecer. ¿Te gustaría compartir algo más tarde? ”

Valentina asintió y sintió que su corazón se calmaba un poco.

El día continuó con juegos y actividades. Sin embargo, al final, cuando llegó el momento de elegir equipos para un partido de fútbol, las cosas se volvieron tensas.

- “No quiero que Valentina juegue. No sabe jugar,” dijo Mateo, sin darse cuenta de que estaba siendo excluyente.

- “Pero todos podemos aprender,” comentó Sofía.

- “Sí, a mí me gustaría que intente,” agregó Lucas.

- “No importa si no es buena, lo importante es que se sienta parte del equipo,” añadió Sofía, defendiendo a su nueva amiga.

Mateo parecía pensativo, pero no se atrevían a decir más. Entonces Valentina, con voz temblorosa, intervino:

- “Yo puedo intentar... nunca he jugado, pero me gustaría aprender.”

Mateo, al escucharla, se sintió mal por haberla excluido.

- “Perdón, Valentina. No debí decir eso. Te prometo que te enseñaré a jugar.”

- “¿De verdad? ” Valentina dijo con sorpresa.

- “Claro, ¡será divertido! ” contestó Mateo, con una gran sonrisa.

Los demás se unieron con entusiasmo. Para sorpresa de todos, al salir a jugar, Valentina demostró tener un excelente sentido del juego. Aunque no era la más rápida, sabía pasar con precisión y su timidez se fue desvaneciendo.

Después del partido, Sofía se acercó y le dijo:

- “¡Fuiste genial! Me encanta cómo pasaste la pelota.”

Lucas también la felicitó:

- “Sí, la verdad que jugaste muy bien, Valentina.”

Esa tarde, antes de irse, Valentina se sintió feliz. No solo había jugado al fútbol por primera vez, sino que también formaba parte de un grupo que la aceptaba.

- “Gracias por incluirme, chicos. Este fue el mejor primer día de clases que pude tener,” dijo Valentina, sonriendo radiante.

- “¡Siempre serás bienvenida aquí! ” afirmó Mateo, y todos asintieron.

Así, el primer día de clases terminó y todos aprendieron que aceptar las diferencias y talentos de cada uno era lo que hacía del aula un lugar especial. Desde entonces, se volvieron un gran equipo y juntos disfrutaron de cada aventura que les traía el cuarto grado.

FIN.

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