El Primer Día de Geró



Era un hermoso día de primavera cuando Gerónimo, o Geró, como le decían sus amigos, se despertó emocionado por su primer día de clase en la nueva escuela. Con su mochila a cuestas, salió corriendo de casa, dejando atrás un rastro de energía y alegría.

Al llegar, vio a un grupo de chicos jugando a la pelota. Se sintió un poco nervioso, pero decidió acercarse.

"Hola, soy Geró. ¿Puedo jugar con ustedes?" - preguntó con una sonrisa.

"¡Claro! Soy Mateo, y él es Tomás" - dijo uno de los chicos, pasándole la pelota.

Geró se unió al juego y, para su sorpresa, rápidamente se sintió como parte del grupo. Se reían, hacían trucos con la pelota y disfrutaban del hermoso sol. ¡Era el mejor día del mundo!

Después del recreo, todos entraron a la clase de la señora Clara, una maestra amable con un gran amor por los libros. Ella pidió a cada uno que se presentara.

"Me llamo Sofía y me encanta el arte" - dijo una niña con una bufanda colorida.

"Yo soy Leo y adoro los dinosaurios" - agregó otro niño emocionado.

Cuando le tocó el turno a Geró, sintió mariposas en el estómago, pero se armó de valor y dijo:

"Soy Geró y me encanta jugar al fútbol y leer cuentos de aventuras".

La señora Clara sonrió y les propuso un juego: todos debían dibujar lo que más les gustaba. Al terminar, cada uno mostró su dibujo. Geró había dibujado a sus nuevos amigos jugando al fútbol. La señora Clara aplaudió.

"¡Qué hermosa amistad se está formando!" - exclamó.

Sin embargo, no todo podía ser perfecto. En medio del dibujo, un niño nuevo, llamado Emiliano, se sentó solo en una esquina. Geró lo miró y se sintió un poco triste por él.

"¿Por qué no juegas con nosotros?" - le preguntó Geró durante el recreo.

Emiliano levantó la mirada, tímido:

"No sé jugar muy bien..."

Geró recordó cuando él también era nuevo y se sintió un poco igual.

"No te preocupes, ¡te enseñaremos! Todos empezamos en algún momento" - le dijo con amabilidad, invitándolo a unirse al grupo.

Con el apoyo de sus nuevos amigos, Geró, Mateo, y Sofía comenzaron a enseñarle a Emiliano a jugar al fútbol. Al principio, Emiliano estuvo nervioso y falló varias veces, pero pronto se sintió más confiado.

"¡Mirá, lo lograste!" - gritaron todos cuando Emiliano hizo un gol.

Su risa llenó el aire.

Finalmente, la jornada escolar llegó a su fin y cuando los niños se despidieron, Geró se sintió feliz, no solo porque había hecho nuevos amigos, sino porque había aprendido lo emocionante que es ayudar a los demás.

"Les agradezco por un día tan genial" - dijo Geró al llegar a casa.

- “¡Hiciste un gran trabajo ayudando a Emiliano! ” - respondió su mamá.

Desde aquel día, el grupo se volvió inseparable. Y así, Geró descubrió que el mejor día no solo se trata de lo que hacemos, sino de cómo hacemos sentir a los demás.

¡Y así comenzó su maravillosa aventura escolar, llena de nuevos amigos, alegrías y aprendizajes!

Y colorín colorado, ¡este cuento se ha acabado!

FIN.

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