El Primer Día de Gineto



Era un hermoso día soleado en el Colegio Verdear, un lugar lleno de risas y colores donde niños y niñas estudiaban con mucha alegría. Pero no solo los alumnos eran parte de esa gran aventura, había una mascota especial que siempre estaba presente: un viejo y sabio olivo llamado Gineto, que se encontraba en el patio central. Gineto no era un olivo cualquiera; tenía una personalidad única y sabia que hacía sonreír a todos los que se acercaban a él.

Era el primer día de clases y los alumnos estaban muy emocionados. Gineto, desde su lugar, se preparaba para recibir a todos los chicos y chicas de nuevo, pero algo le preocupaba. No sabía cómo sería este año con el nuevo grupo de primer grado. Se preguntaba si lo querrían, si lo respetarían, y si entenderían todo lo que había visto en sus años de vida.

Cuando el timbre sonó, un grupo de niños entró al patio y se acercó a Gineto. Sus hojas brillaban con el sol, y con voz suave, comenzó a hablarles.

- “¡Hola, pequeños! Me alegra tanto ver nuevas caritas aquí en el colegio. Soy Gineto, y he estado en este colegio por más años de los que pueden imaginar.”

Los niños se miraron sorprendidos. Algunos reían, otros hablaban entre ellos.

- “¿Un olivo que habla? ” - dijo un niño llamado Diego, con los ojos muy abiertos.

- “Sí, así es. Tengo historias para compartir y mucho que enseñarte sobre el cuidado de la naturaleza y la amistad.” - respondió Gineto, moviendo suavemente sus ramas.

Los niños se acercaron y comenzaron a escuchar. Gineto les contó sobre la importancia de cuidar el medio ambiente y cómo los árboles eran vitales para la vida en la tierra. Les habló sobre cómo sus raíces se entrelazaban con las de los demás árboles y plantas, formando una red de apoyo.

Sin embargo, no todo fue fácil. A medida que avanzaba la mañana, un grupo de chicos comenzó a burlarse de Gineto. Decían que un árbol no podía enseñar nada y que deberían ignorarlo.

- “¿Por qué les hacen eso a Gineto? Si no fuera por él, no tendríamos un lugar tan lindo para jugar.” - defendió una niña llamada Lucía.

- “¡Es solo un árbol! No puede entendernos.” - respondió un niño que se llamaba Maxi.

Aquel comentario dolió a Gineto, pero no se rindió. Decidió utilizar la sabiduría que había adquirido a lo largo de los años. Con un susurro de viento en sus ramas, empezó a contarles una historia.

- “Hubo una vez, en un lugar lejanísimo, un árbol que se convirtió en un refugio para muchos animales. Cuando una tormenta azotó el bosque, todos los pequeños seres se resguardaron bajo sus ramas, y cuando pasó el peligro, el árbol los ayudó a recomenzar. Eso demuestra que, aunque parezcamos diferentes, siempre podemos ser de ayuda para los demás.”

Los niños quedaron en silencio. Lucía miró a sus amigos y dijo:

- “Tal vez deberíamos escuchar a Gineto. Si él ha estado aquí tanto tiempo, debe saber cosas muy importantes.”

Poco a poco, los niños comenzaron a interesarse en las historias de Gineto. Empezaron a hacerle preguntas, y Gineto se sintió rejuvenecer con sus curiosidad.

- “Si todos los árboles se levantan juntos, carecen de gran fuerza. Pero cuando cada uno se mantiene firme, se apoyan mutuamente. Así es como funciona la amistad.” - explicó Gineto.

Esa tarde, los niños plantaron nuevos arbustos alrededor de Gineto como una forma de agradecerle por su sabiduría y compañía. Todos querían ser parte de su historia, su pequeño bosque, y aprendieron que respetar y cuidar lo que les rodeaba era fundamental.

Al finalizar el día, Gineto se sintió muy feliz. Este nuevo grupo de niños había decidido ir más allá de las aparentes diferencias y sumar esfuerzos para proteger el espacio que compartían.

- “Gracias, pequeños. Ustedes son un hermoso jardín en este colegio. Recuerden siempre que el trabajo en equipo y la amistad son las raíces más fuertes que pueden tener.” - dijo Gineto con un tono cálido.

Desde aquel día, Gineto y los niños formaron un vínculo especial. Los más pequeños siempre visitaban al viejo olivo, escuchando sus historias y aprendiendo a cuidar el entorno día tras día. Y así, el colegio Verdear se convirtió en un lugar aún más cálido y lleno de amor por la naturaleza, gracias a la unión y el respeto que cultivaron junto a Gineto, su querido olivo.

FIN.

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