El Primer Día de Lia



Era un hermoso día en el barrio de Palo Verde, y la primavera llenaba el aire de un cálido aroma a flores. Lia, una pequeña niña con grandes ojos azules y cabello rizado, estaba nerviosa. Era su primer día de clases y su estómago estaba lleno de mariposas.

Lia se miró en el espejo y dijo en voz alta:

- ¡Hoy es el día! ¡No puedo tener miedo!

Pero, a pesar de sus palabras, su corazón latía con fuerza.

Cuando llegó a la escuela, se sintió pequeña entre tantos chicos y chicas que reían y jugaban. Vio a algunos con mochilas llenas de estampillas de superhéroes, mientras otros llevaban loncheras brillantes. Lia apretó su mochilita de colores, que tenía un dibujo de un unicornio, y se sintió un poco más segura.

Al ingresar al aula, se encontró con la maestra Miel. Era una mujer alta, con una sonrisa que iluminaba todo el salón, y su cabello era del color del sol al atardecer. Miel pasó cerca de Lia y, de repente, le habló:

- Hola, ¿cómo te llamás?

Lia, un poco sorprendida, murmuró:

- Lia…

- ¡Qué nombre tan bonito! ¿Estás lista para un día lleno de colores? Hoy vamos a pintar.

Lia sintió que su nerviosismo comenzaba a desvanecerse.

La maestra Miel tomó pinceles y una paleta llena de pinturas. No eran solo colores, eran colores mágicos, pensó Lia, mientras la maestra le decía:

- Vamos a pintar nuestro lugar favorito del mundo.

- ¿Mi lugar favorito?

- Sí, eso mismo.

Lia miró a su alrededor, todos ya habían comenzado a pintar. Llenaron hojas con verdes, azules y amarillos. Pero Lia no podía decidirse, su lugar favorito era…

- ¡La pradera llena de flores!

- ¡Perfecto!

La maestra Miel sonrió entusiasmada.

Lia comenzó a buscar colores y, mientras pintaba, sintió que cada trazo le daba más confianza. Sin embargo, cuando vio que algunos niños reían entre sí, se volvió a sentir nerviosa. Sin darse cuenta, su pincel dejó de moverse, y una lagrimita asomó en su ojo.

La maestra Miel, al percibirlo, se acercó rápidamente y le preguntó con voz dulce:

- ¿Qué te pasa, Lia?

- No sé… No tengo amigos aquí…

La maestra acarició suavemente su cabello y le dijo:

- Todos hemos pasado por eso en algún momento. Pero juntos podemos hacer que todo sea más divertido.

Miel reunió a todos los compañeros de Lia y les propuso un juego.

- Vamos a crear un mural juntos. Cada uno aportará algo que le guste. Lia, ¿te gustaría ser la primera en compartir tu pintado?

Lia se sintió un poco más valiente y murmuró:

- Sí, ¡mi pradera!

Al ver su dibujo, los demás niños la rodearon.

- ¡Qué lindo! - dijo uno de los chicos.

- ¡Me gustan mucho las flores! - expresó otra niña, entusiasmada.

Lia sonrió, ya no se sentía tan sola. La maestra Miel les explicó:

- Vamos a mezclar nuestras ideas. Cada uno traerá un color, así el mural será tan único como cada uno de nosotros.

Los chicos comenzaron a trabajar juntos, usando partes del dibujo de Lia para conectarlo con sus propias obras. Cuando los pinceles dejaban huellas en la cartulina grande, las risas llenaron el aula.

Finalmente, el mural estaba terminado y quedó impresionante. Era un caleidoscopio de colores y formas, una verdadera celebración de la amistad. Miel miró a todos con orgullo y dijo:

- Este mural no es solo de Lia, es de cada uno de ustedes. La amistad hace que todo brille un poco más.

Con una sonrisa en el rostro, Lia extendió su mano.

- ¿Quieren que seamos amigos?

Todos asintieron, y en un instante, la pequeña mariposa en su pecho ya no tenía miedo, sino alegría.

- ¡Claro! Desde hoy somos el mejor equipo.

- Yo viviré en tu pradera - dijo uno de los chicos, y todos rieron.

El día terminó y Lia salió de la escuela con una gran sonrisa y su mochila llena de buenos momentos. La maestra Miel la miró y le dijo:

- Hasta mañana, Lia. Recuerda, siempre puedes compartir tus colores con los demás.

Lia asintió, sabiendo que había encontrado un nuevo hogar en la escuela y que cada color en el mural representaba una nueva amistad.

Así, Lia comprendió que, aunque al principio el miedo la había paralizado, siempre hay un lugar para los que tienen el valor de ser ellos mismos y compartir su luz con el mundo.

FIN.

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