El Primer Día de Lía
Era un soleado lunes de enero y Lía, una niña rubia de seis años, se encontraba frente a las puertas brillantes de su nueva escuela. Su pelo de media melena brillaba bajo el sol mientras sus ojos, llenos de emoción y ansiedad, observaban el bullicio de los niños que corrían por el patio. Lía utilizaba implantes cocleares, que la ayudaban a escuchar, pero aun así, la idea de ser sorda en un lugar nuevo la llenaba de nervios.
"¿Y si nadie quiere ser mi amiga?", pensaba mientras su mamá le daba un beso en la mejilla.
"Todo va a estar bien, mi amor. ¡Recuerda que sos muy especial y divertida!", le dijo su mamá, tratando de animarla.
Cuando Lía entró al aula, el maestro, el Sr. Gómez, la recibió con una gran sonrisa.
"¡Hola a todos! Esta es Lía. Es nueva en nuestra clase y vamos a mostrarle lo bonita que es la escuela!", anunció el maestro. Lía sonrió, y se sintió un poco más tranquila al escuchar a sus compañeros aplaudir.
"¡Hola, Lía!" dijeron varios niños. Algunos la miraban con curiosidad, otros con amistad.
—"Hola" , respondió ella, usando su lengua de señas para acompañar sus palabras.
A medida que pasaban los minutos, Lía escuchaba fragmentos de conversaciones, pero no lograba entenderlo todo. En la hora del recreo, se sentó sola en una banca bajo un árbol, sintiendo que su corazón latía con fuerza al recordar sus miedos.
De pronto, una niña se le acercó. Era una rubia con coletas, que se presentó sonriendo.
"¡Hola! Soy Valentina. ¿Te gustaría jugar al fútbol con nosotros?"
"Me encantaría, pero… no puedo escuchar bien lo que dicen", le explicó Lía con un leve temblor en su voz.
"No te preocupes, puedo explicarte mientras jugamos", respondió Valentina, con entusiasmo.
Las dos chicas se unieron a un grupo de niños que estaban jugando en el patio. Para sorpresa de Lía, Valentina comenzó a mostrarle las señales básicas para comunicarse mientras pateaban la pelota.
"Esto es ‘pásala’, así: mira", dijo Valentina, levantando las manos.
Pero cuando Lía trató de seguirla, erróneamente le pasó el balón a un niño que se encontraba muy lejos.
"¡Ups!", exclamó, sintiendo que la tierra se la tragaba de la vergüenza.
"¡No te preocupes!", dijo un niño de cabello castaño. "¡Fue una buena jugada!"
Lía sonrió, sintiendo que un pedacito de miedo se iba desvaneciendo en el aire. A medida que el juego avanzaba, la risa y la diversión empezaron a cubrir su desazón.
Más tarde, durante la clase de arte, el Sr. Gómez les explicó que podían dibujar sobre su primer día en la escuela. Lía se sintió inspirada. Decidió hacer un gran dibujo con coloridos marcos, donde puso: "Amigos y Diversión". Al terminar, caminó hacia el tablero y lo pegó enfrente.
"¡Qué lindo! ¡Me encanta!", exclamó una de sus compañeras.
"¿Puedo ayudar a hacer otro?", le preguntó otra amiga, que se acercó entusiasmada. Lía quedó maravillada; sus ojos brillaban de alegría al ver que sus compañeros querían trabajar juntos.
Días pasaron y Lía comenzó a sentirse más cómoda en su nueva clase. El grupo decidió formar un club especial llamado "Amigos por Siempre". Pintaron camisetas y Lía, entre risas, encontró su lugar. Hasta los niños más tímidos querían ser parte de ese grupo hermoso.
Una mañana, mientras estaban jugando, Valentina preguntó:
"Lía, ¿por qué usás esos aparatitos?"
Lía, con una gran sonrisa, respondió:
"Porque me ayudan a escuchar mejor como lo hacen ustedes. ¡Los quiero mucho!"
"¡Nosotros también!", gritaron todos a coro.
El primer día de escuela que había comenzado con miedo, terminó con la promesa de muchos días llenos de amistad y risas. Lía se dio cuenta de que, independientemente de las diferencias, la conexión emocional y el amor no tienen barreras. Cada sonrisa y cada abrazo la llenaban de felicidad.
El último día de clases, en la fiesta de fin de año, el Sr. Gómez llamó a Lía al frente.
"Hoy queremos hacer un reconocimiento especial a una de nuestras compañeras, Lía, que nos enseñó lo importante que es comunicarnos y ser amigos. ¡Gracias por ser tan valiente!"
Lía se sintió sonrojada, pero sus amigos la aplaudieron, y ella, con lágrimas de felicidad, levantó las manos haciendo signos para agradecerles. Había pasado su primer día con miedo, pero al final, había encontrado no solo amigos, sino un lugar donde ser feliz. ¡Y estaba lista para seguir brillando como nunca antes!
Y así terminaba la historia de Lía, la niña que convirtió su miedo en amistad y mostró que ser diferente es, en realidad, ser especial.
FIN.