El primer día de Lucas



Era un día soleado en el barrio de Lucas. La brisa suave movía las hojas de los árboles y los pájaros cantaban felices. Sin embargo, Lucas no estaba disfrutando de esa hermosa mañana. Hoy era su primer día de escuela, y se sentía como un búho en un mundo de gorriones. Tenía puesto su uniforme nuevo, que le quedaba un poco grande, pero eso no era lo que más le preocupaba.

Mientras su mamá le ajustaba la corbata, le decía:

"No te preocupes, Lucas. Todos los niños están tan nerviosos como vos. ¡Vas a hacer nuevos amigos!"

Lucas solo respondió con un suspiro.

"Pero mamá, ¿y si no me gusta?"

"Darle una oportunidad. A veces, las cosas más sorprendentes ocurren cuando menos lo esperás."

Lucas tomó su mochila, que parecía más grande que él, y salió de casa. Al llegar a la escuela, vio a otros niños riendo y corriendo en el patio, pero él no podía mover un pie.

"No sé si puedo hacerlo..." murmuró para sí mismo.

Justo en ese momento, una niña se le acercó. Se llamaba Sofía y tenía una sonrisa radiante.

"¿Estás esperando a que alguien te invite a jugar?" preguntó Sofía.

Lucas se secó las lágrimas con la manga de su uniforme y respondió:

"No... es que tengo miedo. Es mi primer día, y no conozco a nadie".

"¡Yo tampoco conozco a muchos! Pero podemos ser amigos. Vení, vamos a jugar juntos".

Con un poco de duda, Lucas decidió seguirla. Sofía lo llevó a un grupo de niños que estaban jugando a la pelota.

"¡Chicos! Este es Lucas, es nuevo en la escuela. ¡Vamos a incluirlo!"

Los otros niños lo miraron con curiosidad, pero pronto comenzaron a sonreír.

"¡Hola, Lucas! ¿Te gustaría ser parte de nuestro equipo?" dijo un niño llamado Mateo.

"Sí, me encantaría" respondió Lucas, sintiendo que su corazón latía más rápido pero de emoción.

Empezaron a jugar y, por un momento, se olvidó de sus miedos. Con el tiempo, Lucas comenzó a sentirse más cómodo. Se reía y compartía con los demás.

"Mirá, Lucas, ¡así es como se hace!" dijo Sofía mientras pasaba la pelota.

"¡Qué divertido!" gritó Lucas, quien se dio cuenta de que estaba disfrutando.

Pero entonces, Lucas falló un tiro y la pelota se fue muy lejos. Se sintió avergonzado y pensó en correr de vuelta a casa.

"Mejor me voy..." murmuró con tristeza.

Sofía, notando su cambio, se acercó rápidamente.

"No, Lucas, ¡esperá! Todos cometemos errores. La escuela está para aprender y divertirse. ¡Vamos a buscar la pelota!"

Lucas la miró, y aunque aún sentía un nudo en la garganta, decidió seguirla. Juntos fueron a buscar la pelota, y en el camino, escucharon risas y gritos, lo que hizo que Lucas sintiera un nuevo impulso de valentía.

Después de un rato, recuperaron la pelota y retornaron al juego. Al final del recreo, ya se sentía parte de algo más grande.

"¡Hoy fue un gran día!" le dijo Sofía mientras los dos caminaban hacia el aula.

"Sí, gracias por ayudarme. Al principio estaba muy asustado."

"Es normal sentirse así. Pero recordar que siempre hay alguien dispuesto a ayudar" dijo ella sonriendo.

Cuando sonó la campana, Lucas sintió que había superado un gran reto. Al final, el primer día de escuela no había sido tan aterrador después de todo, sino una gran aventura. Al salir del colegio, miró a su mamá con una gran sonrisa.

"Mamá, ¡hoy hice un nuevo amigo!"

Su mamá sonrió y lo abrazó,

"Eso es maravilloso, Lucas. Te dije, todo mejora con un poco de valentía."

Y así, Lucas aprendió que a veces, encarar nuestros miedos puede llevar a grandes amistades y a momentos inolvidables.

FIN.

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