El Primer Día de Lucas



Era un soleado lunes por la mañana y Lucas, un niño de seis años con una mochila roja llena de sueños, estaba a punto de iniciar su primera aventura en el colegio. Su corazón latía con emoción y un poquito de miedo. Cuando su mamá lo llevó a la puerta del colegio, Lucas miró con asombro a todos los niños jugando en el patio.

"No quiero entrar...", susurró Lucas, aferrándose a la mano de su mamá.

"Es normal sentir un poco de miedo, Lucas. Todos empezamos así. Estoy segura de que te va a ir muy bien", lo alentó su mamá con una sonrisa.

Finalmente, con un profundo suspiro, Lucas se soltó de la mano de su mamá y dio un paso hacia adentro. Pero al cruzar la puerta, todo su valor se desvaneció.

Dentro del aula, había niños que hablaban y reían, colores brillantes en las paredes y juguetes esparcidos por el suelo. Todo parecía un mundo completamente diferente al que estaba acostumbrado.

"Hola, yo soy Ana", dijo una niña con trenzas que se acercó a él.

"Hola...", respondió Lucas, sintiendo que su voz temblaba un poco.

En ese momento, un grupo de chicos empezó a jugar a la pelota. Lucas los miró, deseando unirse, pero su miedo lo ataba como si fuera un peso pesado. Justo cuando estaba a punto de dar un paso, tropezó con su propio pie y cayó al suelo. Esto provocó muchas risas en la clase.

"¡Mirá, el nuevo se cayó!", gritó uno de los niños.

Lucas sintió que se encogía de vergüenza, pero Ana se acercó a él y le extendió la mano.

"¡No te preocupes! Caerse es parte de aprender. Ven, levantate. Tómalo con humor", le dijo, sonriendo.

Poco a poco, Lucas se levantó y, a pesar de que seguía sintiendo un nudo en el estómago, decidió seguir a Ana hacia el grupo de niños que jugaban. Juntos comenzaron a patear la pelota. Al principio, Lucas estaba un poco torpe, pero Ana le enseñó algunos trucos.

"¡Eso es! ¡Hacé un pase! ¡Mirá!", le dijo Ana mientras movía la pelota.

Entonces, Lucas comenzó a sonreír de nuevo. Se dio cuenta de que no estaba solo y que en realidad podía divertirse con sus compañeros de clase. Después de un rato, la música del recreo llenaba el aire y todos se reían y jugaban. Lucas hasta se olvidó de su primera caída.

Regresaron al aula y la profesora, la señora Marta, les dijo que harían manualidades. Lucas nunca había hecho manualidades y, por un momento, sintió que el miedo regresaba. Pero volvió a mirar a Ana, que lo animaba con los pulgares hacia arriba.

"Vamos a hacer un mural sobre nuestras cosas favoritas. ¿Qué te gustaría poner?", preguntó la señora Marta.

"A mí me gusta el fútbol", se animó Lucas.

"¡A mí también! Podemos dibujar una cancha juntos", dijo Ana, con entusiasmo.

Durante la actividad, Lucas se sumergió en el color. Pintó, dibujó y, por primera vez, su miedo se convirtió en alegría. Sus compañeros se unieron en la creación del mural; todos compartieron sus cosas favoritas, y pronto el aula se transformó en un lugar lleno de risas y colores.

Al final del día, cuando su mamá volvió a buscarlo, Lucas le contó todo emocionado:

"¡Mamá, tuve un día genial! Caí y me reí, y aprendí a dibujar un balón de fútbol! Ya tengo amigos... ¡Ana es mi nueva amiga!"

"¿Ves? Te dije que el primer día podría ser asombroso. Cada día será una nueva aventura", le respondió su mamá, llenándolo de abrazos.

Desde ese día, Lucas no solo superó su miedo, sino que descubrió un mundo lleno de colores y posibilidades. Pronto aprendió que cada día en el colegio era una nueva oportunidad para reír, hacer amigos y descubrir cosas maravillosas. Y entonces, el miedo se transformó en una emoción emocionante que lo acompañaría en cada aventura que estaba por venir. Así, Lucas descubrió que a veces lo que parece aterrador puede convertirse en lo más lindo de la vida, y que todo es más fácil cuando tienes amigos a tu lado.

FIN.

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