El Primer Día de Tomás



Era un día soleado y brillante cuando Tomás se despertó. Su mamá le hizo un desayuno sabroso, pero él no podía concentrarse en la comida. Hoy era su primer día en el jardín de infantes y no podía evitar sentir un nudo en el estómago.

"Mamá, ¿y si no me gusta?" preguntó Tomás con una voz temblorosa.

"A veces, las cosas que parecen aterradoras pueden ser muy divertidas. Solo tienes que intentarlo, cariño", le respondió su mamá con una sonrisa.

Tomás suspiró y se puso su mochila. Caminó hacia la escuela, arrastrando los pies. Cuando llegó, vio a un grupo de niños jugando en el patio. Algunos reían, otros corrían y algunos estaban en el tobogán. Sin embargo, Tomás se sintió muy pequeño y solitario.

Al entrar a su salón, vio a la maestra, la señorita Clara. Ella tenía una gran sonrisa y lo recibió con los brazos abiertos.

"Hola, Tomás. ¡Qué bueno que viniste! Vamos a hacer muchas cosas divertidas hoy. ¿Estás listo?"

"No sé..." balbuceó Tomás, con miedo de lo que podría pasar.

"¿Te gustaría conocer a tus compañeros?" le preguntó la señorita Clara.

"Está bien..." respondió Tomás un poco más animado.

La maestra lo llevó a un círculo donde otros niños lo miraban con curiosidad.

"Chicos, este es Tomás. Vamos a darle una gran bienvenida", dijo la señorita Clara.

Los niños comenzaron a aplaudir y a decir "¡Hola, Tomás!". Tomás sonrió tímidamente.

Tras un rato, la maestra les propuso un juego llamado "El puente musical", donde los niños debían formar un puente con sus brazos mientras escuchaban una canción. Tomás se unió, nervioso al principio, pero poco a poco fue sintiéndose parte del grupo.

"¡Vamos, Tomás!", gritó una niña llamada Lucía.

"¡Sos el mejor puente!", le dijo otro niño.

Tomás se sintió especial y empezaba a olvidar sus miedos.

Después de varios juegos, la señorita Clara les enseñó a hacer manualidades. Todos se pusieron a crear marionetas con calcetines.

"¡Miren! Esta va a ser mi marioneta!" dijo Rodrigo, un niño con cabello rizado.

"Yo quiero hacer un dinosaurio", declaró Valentina, una nena con moño rosa.

"¿Y vos, Tomás? ¿Qué vas a hacer?" le preguntó Lucía.

Tomás miró su calcetín y pensó un momento. "Voy a hacer un volcán que eche humo".

"¡Eso va a estar genial!" le animaron todos.

Con cada risa y cada manualidad, los miedos de Tomás se desvanecían.

Finalmente, llegó el momento de la merienda. Todos compartieron su comida y contaron historias divertidas. Tomás comenzó a contar anécdotas sobre su perro, y todos se rieron.

"Nunca pensé que venir aquí fuera tan divertido", pensó Tomás, sintiéndose más seguro en su nuevo ambiente.

Al final del día, la señorita Clara los reunió para compartir cómo había sido su primer día.

"Hoy todos han sido muy valientes. ¿Quién se animaría a volver mañana?"

"¡Yo!" gritaron casi todos a la vez.

Tomás levantó la mano con fuerza, lleno de entusiasmo.

Al salir de la escuela, su mamá lo esperaba con una gran sonrisa.

"¿Cómo estuvo tu día, Tomás?"

"¡Fue increíble, mamá!" dijo él saltando. "Hice un volcán y conocí nuevos amigos. El jardín de infantes es muy divertido".

"Te lo dije, amor. ¡Siempre hay que darle una chance a las cosas nuevas!"

Finalmente, Tomás regresó a casa, ya sin miedo, soñando con lo que traería su próximo día en el jardín de infantes.

FIN.

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