El Príncipe de los Cocodrilos Brillantes
Había una vez, en un reino muy lejano, un príncipe llamado Martín. Martín no era un príncipe común, pues tenía un poder especial: podía lanzar cocodrilos que brillaban en la oscuridad. Estos cocodrilos no eran solo unos reptiles, sino criaturas mágicas que ayudaban a iluminar la noche y alegrar el corazón de todos los que los veían.
Martín tenía una fiel amiga que se llamaba Cata, una cabra que, para sorpresa de todos, ¡hablaba! Cata era muy sabia y siempre daba consejos a Martín cuando se sentía inseguro.
Un día, mientras Martín y Cata jugaban en el bosque, se encontraron con un grupo de animales que parecían preocupados.
"¿Qué les pasa?" - preguntó Martín.
"Un dragón se ha llevado nuestras cosas y ahora no sabemos qué hacer" - respondió un conejito.
Martín miró a Cata y dijo:
"¡Debemos ayudarles!"
"Totalmente de acuerdo" - asintió Cata, moviendo su cola emocionada. "Y creo que tus cocodrilos pueden hacer la diferencia".
Martín asintió y, con un gesto mágico, lanzó un par de cocodrilos que comenzaron a brillar intensamente en la oscuridad. Juntos, él, Cata y los animales formaron un plan para encontrar al dragón y robarle esos objetos que tanto necesitaban.
Cuando llegaron a la cueva del dragón, se encontraron con un paisaje sombrío. El dragón, grande y temido, estaba rodeado de lo que parecía ser un tesoro de cosas robadas. Martín respiró hondo y decidió hablar con el dragón.
"¡Hola, dragón!" - gritó desde la entrada de la cueva.
"¿Qué es lo que quieren, pequeños?" - rugió el dragón, frunciendo el ceño.
"Queremos que nos devuelvas lo que robaste a nuestros amigos" - respondió Martín valientemente.
El dragón se sorprendió:
"¿De verdad creen que pueden empequeñecerme con palabras?"
"No se trata de eso" - dijo Cata, con firmeza. "Se trata de aprender a compartir y a ser amigos".
El dragón se quedó en silencio, pensativo. Entonces, los cocodrilos brillantes empezaron a moverse, iluminando toda la cueva. Su luz mágica hizo que el dragón recordara momentos de soledad y tristeza, y entonces se sintió conmovido.
"Está bien, me doy cuenta de que a veces me siento solo y por eso robé sus cosas" - dijo el dragón, mientras comenzaba a llorar.
"Si quieres, puedes jugar con nosotros" - ofreció Martín. "No tienes que estar solo".
"¿De verdad?" - preguntó el dragón, con una esperanza en su voz.
"¡Claro! Todos merecen tener amigos" - respondió Cata, sonriendo.
A partir de ese día, el dragón, Martín, Cata y los demás animales se hicieron amigos inseparables. El dragón devolvió todo lo que había robado y a cambio, se unió a ellos en muchas aventuras, iluminando sus travesuras con las luces de los cocodrilos brillantes.
Y así, Martín aprendió que la amistad y la empatía podían cambiar el corazón más duro, mientras que Cata, la cabra sabia, siempre tenía la respuesta justa cuando más se necesitaba. Juntos, formaron un equipo extraordinario, listo para enfrentar cualquier desafío que el reino les presentara.
El reino nunca volvió a estar a oscuras, gracias a los cocodrilos brillantes, y el dragón descubrió que la verdadera riqueza era tener amigos a su lado.
FIN.