El príncipe de Marte
Había una vez, en un planeta lejano llamado Marte, un pequeño príncipe que soñaba con conocer la Tierra. Su nombre era Rolan, un niño con una cabellera roja y ojos brillantes que reflejaban la curiosidad de todo un mundo. En su planeta, todos eran muy trabajadores y pasaban el día recolectando piedras preciosas que brillaban como estrellas. Pero Rolan deseaba encontrar algo más que piedras; quería descubrir amistades, risas y aventuras.
Un día, mientras estaba sentado sobre una montaña de rubíes, Rolan vio una extraña nave espacial aterrizando. De ella salió un niño de su misma edad, con una sonrisa contagiosa y una gorra de colores.
"Hola, soy Tobi de la Tierra", dijo el niño. "Vine a explorar Marte, ¿te gustaría acompañarme?"
Rolan sintió un cosquilleo de emoción en su estómago. ¡Por fin había encontrado un amigo!"¡Sí! Claro, siempre quise ir a la Tierra. Pero, ¿cómo hacemos?"
"No te preocupes, tengo un mapa mágico que nos llevará a cualquier lugar".
Juntos, se subieron a la nave de Tobi y, gracias al mapa, volaron a través del espacio. Pero, de repente, la nave comenzó a temblar.
"¿Qué pasa?" preguntó Rolan asustado.
"Parece que hemos entrado en un cinturón de asteroides. ¡Debemos maniobrar con cuidado!"
Los chicos trabajaron en equipo. Tobi pilotaba la nave, mientras que Rolan utilizaba un dispositivo que había encontrado en la nave para sortear los obstáculos. Después de un par de giros y vueltas, lograron salir sanos y salvos.
"¡Lo hicimos! Eres increíble, Rolan", exclamó Tobi.
"Tú también lo eres. ¡Nada como tener un amigo para enfrentar desafíos!"
Luego de un rato, llegaron a la Tierra. Rolan estaba deslumbrado por los colores, las plantas y, sobre todo, la gente. Juntos pasearon por un hermoso parque lleno de flores.
"En la Tierra hacemos grandes picnics, ¿te gustaría hacer uno?" preguntó Tobi.
Rolan brincó de alegría.
"¡Sí, por favor!"
Los chicos comenzaron a recolectar frutas y a preparar la comida. Sin embargo, cuando estaban todo listo, se dieron cuenta de que se les había caído una de las cestas en un arroyo.
"Oh no, Tobi. ¡No podemos dejar que se vaya!"
"No te preocupes, puedo saltar para alcanzarla".
Pero antes de que pudiera hacerlo, Rolan le detuvo.
"Es peligroso. ¡Vamos a pensar juntos cómo lograrlo!"
Juntos, idearon un plan. Rolan utilizó unas ramas largas para hacer una especie de atajo que llevó a Tobi hasta la cesta sin necesidad de saltar.
"¡Lo logré! Gracias, Rolan".
Una vez que recuperaron la cesta, se sentaron a disfrutar del picnic.
"Esto es lo más divertido que he hecho", dijo Rolan con la boca llena de torta.
"¡Y lo mejor de todo es que encontré a un amigo extraordinario!" replicó Tobi.
Después de un día lleno de risas y aventuras, llegó el momento de que Rolan regresara a Marte.
"¿Volverás a visitarme?" preguntó Rolan un poco triste.
"¡Claro! Siempre estarás en mi corazón, amigo. Además, podemos intercambiar cartas. ¡Y así habrá más aventuras entre nosotros!"
Rolan se subió a la nave con una gran sonrisa.
"Te prometo que seré el mejor amigo del mundo. ¡Nos escribiremos!"
Cuando Rolan volvió a Marte, no solo trajo piedras preciosas, sino también una historia de amistad que iluminó su hogar. Desde entonces, Rolan siguió explorando su mundo, pero nunca olvidó el increíble día en que conoció a un amigo en la Tierra y cómo juntos superaron cada desafío.
Y así, todos en Marte aprendieron que con valentía y trabajo en equipo, podrían enfrentar cualquier aventura.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.