El Príncipe Egoséntrico y el Pato Feo



En un reino lejano, había un príncipe llamado Nicolás, quien era conocido por su gran vanidad y egoísmo. Todos los días, Nicolás se detenía en su laguna favorita para contemplar su propio reflejo en el agua y presumir de su corona brillante. Un día, mientras se inclinaba demasiado para admirarse, la corona se le cayó y se hundió en el agua profunda, fuera de su alcance.

Desesperado por recuperar su amada corona, Nicolás lanzó gritos y lamentos. Fue entonces que, de entre las aguas, emergió un pato feo. Para sorpresa de Nicolás, el pato comenzó a transformarse lentamente en un apuesto príncipe de ojos tristes. El príncipe reveló que había sido hechizado por no darle una prenda a una anciana en un día frío, y que solo un gesto de bondad de un extraño podría romper el hechizo y liberarlo de su forma aviar.

Determinado a recuperar su corona, Nicolás decidió ayudar al príncipe hechizado. La anciana le había advertido que solo un regalo desinteresado podría romper el hechizo, por lo que Nicolás emprendió una búsqueda para encontrar a alguien dispuesto a dar una prenda al apuesto pato.

Durante su viaje, Nicolás se encontró con varios personajes, pero ninguno estaba dispuesto a ayudar sin esperar algo a cambio. Viendo cómo la gente le daba la espalda, Nicolás comenzó a comprender la importancia de la generosidad y el desinterés.

Finalmente, en un día gélido, Nicolás divisó a una humilde campesina que tiritaba de frío. Sin dudarlo, se quitó su magnífica capa y se la ofreció. La campesina, con lágrimas en los ojos, aceptó el gesto con gratitud y emoción. En ese preciso momento, el pato comenzó a brillar con luz dorada y se transformó una vez más en el apuesto príncipe.

Agradecido, el príncipe le devolvió la corona a Nicolás, pero este, con humildad, la rechazó. Había aprendido una valiosa lección sobre la humildad y la generosidad, y comprendió que el verdadero valor no reside en los objetos materiales, sino en los actos de bondad desinteresada. Desde ese día, Nicolás se convirtió en un príncipe mucho más amado y respetado por su pueblo, y su amistad con el príncipe hechizado perduró para siempre.

Moraleja: La verdadera generosidad no espera recompensa ni reconocimiento y puede romper los hechizos más poderosos.

FIN.

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