El Príncipe Feliz y la Ciudad de los Sueños
En lo alto de una brillante colina de la ciudad de Belmun, se erguía la escultura del Príncipe Feliz. Todos los habitantes lo miraban envidiosamente, admirando su esplendor, pero nadie sabía que el príncipe tenía un gran secreto.
Una noche, mientras la luna iluminaba la ciudad con su luz plateada, una pequeña golondrina llamada Clara se posó en el hombro del príncipe.
"¡Príncipe!", chirrió Clara, emocionada. "¡Eres tan hermoso! Todos los miran y dicen que eres el más feliz de todos. Pero, ¿eres realmente feliz?"
El Príncipe Feliz respondió con una voz suave pero triste:
"Querida golondrina, yo no soy feliz. Veo a la gente de la ciudad sufrir y llorar. Mis ojos de zafiro son solo una ilusión para ocultar mi pena. "
Clara, sorprendida, ¿cómo podía ser que un príncipe tan radiante no se sintiera feliz?"Pero, ¿puedes ayudar a la gente?"
"No tengo poder para eso, soy solo una estatua", dijo el príncipe suspirando.
"Tal vez no seas un ser vivo, pero tu belleza puede inspirar a los demás", sugirió Clara. “Si les indicas el camino hacia la alegría, tal vez ellos, a su vez, te devuelvan la sonrisa.”
Movida por la curiosidad y la compasión, Clara decidió ayudar al Príncipe.
"Déjame bajar a hablar con ellos. Tal vez la gente pueda ver más allá de tu belleza superficial y encuentren la verdadera felicidad."
El Príncipe, aunque cauteloso, accedió.
"Está bien, Clara. Haz lo que puedas, pero ten cuidado."
Clara voló hacia el corazón de la ciudad, donde encontró a una niña llamada Lili, que estaba sentada en un banco, llorando.
"¿Por qué lloras, pequeña?"
"No tengo amigos. Nadie quiere jugar conmigo porque soy diferente", respondió Lili entre sollozos.
Clara se posó a su lado.
"Todos somos diferentes, ¡pero eso nos hace especiales! ¿Te gustaría que jugáramos juntas?"
"¿De verdad?" preguntó Lili sorprendida.
"Sí, obvio! La diversión empieza siempre con una buena amistad".
Así, comenzó la aventura de Lili y Clara, y pronto la plaza se llenó de risas. Se unieron más niños y empezaron a jugar y disfrutar.
Mientras tanto, el Príncipe observaba desde su pedestal. Poco a poco, su tristeza se fue desvaneciendo y empezó a sentirse conectado con la alegría de los niños.
Al día siguiente, Clara regresó a contarle al Príncipe sobre la felicidad que había sembrado en la plaza.
"¡Príncipe! La risa de los niños es contagiosa. Se están empezando a divertir juntos. Tu luz está tocando sus corazones!"
"¿De verdad? Eso me llena de esperanza", dijo el Príncipe.
Clara lo animó a hacer algo más.
"¿Por qué no le das a cada niño un mensaje escrito por ti? Un mensaje que les diga que la verdadera felicidad se encuentra en ayudar a otros”.
"¡Eso haré!"
Esa noche, el Príncipe feliz brilló con una luz dorada. Desde su pedestal, con su voz enérgica, envió un mensaje a la ciudad,
"Queridos amigos, encontré la verdadera felicidad al verlos juntos. Cada uno de ustedes es un regalo para esta ciudad. Cuídense entre ustedes.
Al día siguiente, los niños decidieron organizar un pequeño festival donde todos estaban invitados. Fiestas, juegos, comida... la ciudad nunca había sido tan vibrante. Los adultos, contagiados por la energía de la niñez, también se sumaron al festejo.
Pero en medio de la fiesta, Clara se dio cuenta de algo. El Príncipe siempre les había regalado su brillo pero no podía estar ahí en persona.
"¿Qué pasará con el Príncipe?"
"Nunca le dejaremos de agradecer por los sueños que nos brindó", replicó Lili.
Así que, inspirados por la luz del Príncipe, todos comenzaron a hacer sus propios sueños, ayudarse entre ellos, compartiendo y fomentando la amistad.
"¡Es cierto! ,” exclamó un niño. “La verdadera riqueza No está en lo que tenemos, sino en lo que compartimos con los demás".
Con el tiempo, la escultura comenzó a perder sus hojas de oro. Pero nadie se preocupaba, porque la verdadera belleza ya resonaba en los corazones de los habitantes de Belmun.
Y así, el Príncipe Feliz encontró su verdadera luz, mientras que la ciudad se llenaba de sueños y sonrisas compartidas. Como siempre decía Clara:
"La felicidad es mucho más que el oro; se encuentra en dar amor y alegría al mundo".
FIN.