El Príncipe Feliz y la Mariposa Valiente



Érase una vez en un reino muy lejano, donde se alzaba una hermosa estatua de un príncipe hecho de oro. Su nombre era el Príncipe Feliz y en su rostro brillaba una sonrisa que iluminaba todo el lugar. Cada día, la gente del pueblo pasaba por allí y lo admiraba sin saber que detrás de esa fachada radiante había una historia que pocos conocían.

Una tarde, una pequeña mariposa de colores llamativos, que pasaba volando por el parque, se detuvo a contemplar la estatua. Al ver su expresión bondadosa, pensó:

- “Qué hermoso es este príncipe, ¡daría cualquier cosa por hablar con él! ”

Esa noche, mientras la luna iluminaba el cielo, la mariposa fue en busca de algo que pudiera ayudarla a comunicarse con el príncipe. "Tengo que hacer algo especial", se dijo. Así que decidió acercarse volando muy cerca de su rostro dorado, y en un soplo delicado, le contó su deseo.

- “Príncipe, soy una mariposa que anhela saber más sobre tu vida. ¿Por qué siempre sonríes? ”

El Príncipe Feliz, aunque había permanecido en silencio durante mucho tiempo, de pronto sintió un estremecimiento dentro de su corazón.

- “Pequeña mariposa, en mi vida terrenal fui muy afortunado. Pero ahora, como estatua, veo el sufrimiento que rodea a mi pueblo, y mi sonrisa es solo una fachada.”

Intrigada, la mariposa preguntó:

- “¿Sufrimiento? ¿Pero por qué no haces algo al respecto? ”

El príncipe suspiró, y una lágrima de zafiro brotó de su ojo dorado. Dijo:

- “No puedo moverme. Estoy atrapado aquí, inmóvil. Pero tú, pequeña, sí puedes volar y llevar mis deseos a quienes más lo necesitan.”

La mariposa decidió que haría todo lo posible por ayudar al príncipe. Así que, al día siguiente, se reunió con sus amigos insectos y les explicó la situación.

- “¡Vamos, amigos! Debemos ayudar al Príncipe Feliz a cumplir sus deseos. Hay mucha gente que sufre, y juntos podemos hacer la diferencia.”

Todos se unieron en la tarea. La mariposa llevó mensajes a los niños del barrio que no tenían suficiente para comer y les dijo:

- “La alegría del Príncipe Feliz necesita que compartan su comida con aquellos que tienen menos.”

Mientras tanto, los compañeros de la mariposa recogieron pequeños granos de semillas y las dejaron en el suelo, y pronto nació un hermoso jardín donde antes solo había tierra árida.

Sin embargo, la mariposa se encontró con un problema. Un grupo de gorriones decidió que las semillas eran un verdadero banquete, y comenzaron a comer todo.

- “¡Alto! ”, dijo la mariposa volando rápidamente hacia ellos. “No pueden comerse todo, hay que dejar algo para que las flores crezcan y el pueblo pueda disfrutar.”

- “¿Y a mí qué me importa eso? ” respondió un gorrion. “¡Yo quiero comer! ”

- “Lo que deberían querer es cuidar el lugar donde viven, así habrá comida para todos, no solo hoy, sino también mañana.”

Los gorriones se detuvieron y reflexionaron acerca de lo que la mariposa había dicho. Finalmente, decidieron NO comer las semillas, y en su lugar, cada uno llevó un poco de comida al pueblo. Así, todos juntos pudieron reponer lo que habían perdido.

El Príncipe Feliz observaba desde su pedestal con alegría, y vio cómo la mariposa y sus amigos estaban haciendo del reino un lugar más alegre y solidario. Sin embargo, todavía quedaba una cosa por hacer: ayudar a los ancianos que vivían solos y no tenían compañía.

La mariposa pensó en una idea brillante y convenció a sus amigos para que llevaran a los ancianos flores del nuevo jardín que habían creado. Cada uno de ellos llevó una tarjeta con una hermosa nota de aliento:

- “Ustedes son parte de este cuento, nunca están solos. Siempre habrá algo hermoso que pueda traerles un poco de alegría.”

Los ancianos, al ver las flores y leer las notas, sonrieron felices.

- “¡Qué hermoso gesto! ¡Gracias, pequeños amigos! ”

Al final del día, la mariposa volvió al príncipe y le dijo:

- “Príncipe, hemos hecho una gran diferencia. Hemos compartido comida, cultivado flores, y traído sonrisas a quienes lo necesitaban.”

El Príncipe Feliz sonrió con sinceridad por primera vez desde que se convirtió en estatua.

- “Gracias, pequeña mariposa. Lo que has hecho ha devuelto la alegría a mi corazón. Y recuerda, la verdadera felicidad se encuentra en hacer felices a los demás.”

Desde ese día, el príncipe sonreía aún más. Aunque no podía moverse, su espíritu lleno de amor y generosidad se esparcía por el reino gracias a la pequeña mariposa y todos los amigos que decidieron hacer el bien.

Y así, el Príncipe Feliz no solo se convirtió en un símbolo de alegría, sino también de esperanza y unión entre todos los habitantes del reino, recordándoles siempre que la felicidad se multiplica cuando se comparte.

FIN.

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