El Príncipe Generoso y el Príncipe Egoísta
Había una vez en un lejano reino, dos hermanos muy distintos entre sí. El mayor, el Príncipe Juan, era conocido por su mal carácter y su falta de generosidad.
Siempre guardaba para él todo lo que tenía y nunca pensaba en los demás. Por otro lado, el Príncipe Martín, el menor de los dos, era todo lo contrario. Siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás y compartía todo lo que tenía sin dudarlo.
Un día, el Rey decidió organizar una gran fiesta en el castillo para celebrar el cumpleaños de sus hijos. Todos los habitantes del reino estaban invitados y se esperaba que cada uno trajera algo para compartir con los demás.
El Príncipe Juan no estaba contento con la idea de tener que compartir su comida y sus pertenencias con extraños, así que decidió esconderse en su habitación durante toda la fiesta.
Por otro lado, el Príncipe Martín estaba emocionado con la idea de poder compartir con los demás y disfrutar de la compañía de todos los invitados.
Preparó una gran cantidad de comida deliciosa para ofrecer a sus súbditos y se aseguró de pasar tiempo con cada uno de ellos durante la fiesta. La noticia sobre la actitud tan diferente de los dos hermanos corrió rápidamente por todo el reino.
La gente empezó a comentar sobre cómo el Príncipe Juan era egoísta y mal educado, mientras que el Príncipe Martín era amable y generoso. Un día, llegó al castillo un anciano mendigo buscando refugio y comida. El Príncipe Juan lo ignoró por completo e incluso ordenó a sus guardias que lo sacaran del castillo.
El Príncipe Martín, al enterarse de la situación, corrió hacia donde estaba el mendigo y lo llevó a su habitación. Le dio ropa limpia, comida caliente y un lugar cómodo donde descansar. El anciano mendigo resultó ser un mago poderoso disfrazado.
Como recompensa por la bondad del Príncipe Martín, le concedió un deseo especial: convertirlo en un verdadero líder digno del trono.
Pronto se vieron cambios sorprendentes en ambos príncipes: Juan comenzó a aprender lecciones importantes sobre generosidad y empatía gracias al ejemplo de su hermano Martín; mientras que este último mostraba sabiduría e inteligencia como nunca antes se había visto en él.
Con el tiempo, el viejo Rey decidió retirarse del trono y nombrar como sucesor al nuevo líder surgido tras las lecciones aprendidas: ¡el ahora noble e inspirador Príncipe Martín! Y así fue como aquellos dos hermanos tan diferentes lograron encontrar equilibrio entre sí mediante valores fundamentales como la solidaridad y la compasión hacia los demás.
FIN.