El Príncipe Juan y el Volcán de Ilave



En el reino de Ilave, un lugar rodeado de montañas y lagos cristalinos, vivía un príncipe llamado Juan. Este joven príncipe tenía un cabello dorado que brillaba bajo el sol y una sonrisa que iluminaba el día. Sin embargo, había un problema que lo preocupaba a él y a todos los animales que habitaban en su reino: un volcán que precisaba de atención, pues la lava empezaba a caer al río que alimentaba su hogar.

Una mañana brillante, mientras Juan paseaba por el bosque, se encontró con una tortuga anciana llamada Tula. Tula tenía un caparazón brillante que reflejaba el cielo y ave tempora de los árboles del bosque.

"Príncipe Juan, estoy muy preocupada por el volcán. La lava está alcanzando el río y podría hacer un desastre en nuestro hogar", dijo Tula, moviendo lentamente su cabeza.

"Tienes razón, Tula. Debemos actuar antes de que sea demasiado tarde. Pero ¿cómo podemos detener la lava?", respondió Juan, pensando en lo que podría hacer.

De repente, apareció un grupo de animales: la ardilla Coralina, el ciervo Rocco y el búho Sabio.

"Juan, deberíamos hacer algo juntos. Es nuestro hogar lo que está en peligro", propuso Coralina dando vueltas en una rama.

"Podemos organizar una reunión con todos los animales del bosque para pensar en un plan", sugirió Rocco, con su voz serena.

"Sí, pero necesitamos un plan que funcione y que no sea peligroso. La lava es muy caliente", advirtió el búho Sabio, que tenía una gran sabiduría.

Juan se sintió aliviado de contar con la ayuda de sus amigos. Juntos, se reunieron con todos los animales del bosque en la plaza central, un lugar donde todos se juntaban para compartir e intercambiar ideas. Cuando todos estuvieron presentes, Juan se puso de pie.

"Queridos amigos, el volcán está arrojando lava hacia el río. Necesitamos un plan para evitar que esto cause una tragedia en nuestro hogar. Todos juntos, podemos encontrar una solución", dijo con valentía Juan.

Los animales empezaron a hablar y dar ideas.

"¡Podríamos construir una muralla de piedras!", gritó Coralina.

"¡O tal vez podríamos desviar el río hacia otra dirección!", sugirió Rocco, entusiasmado.

Sin embargo, ninguna de las ideas parecía lo suficientemente segura. Cuando ya habían agotado todas las propuestas, fue el búho Sabio quien intervino nuevamente.

"Podemos hacer una cosa: en lugar de detener la lava, ¿por qué no hacemos que la lava no afecte el río? No podemos luchar contra la naturaleza, pero podemos aprender a convivir con ella", propuso.

"¿Cómo?", preguntaron los demás animales.

El búho les explicó:

"Si construimos unos canales de madera que redirijan la lava hacia una zona segura, podemos convertir un desastre en una oportunidad. La lava, cuando se enfría, se convierte en tierra fértil. Así, nuestro bosque será aún más hermoso."

Los animales comenzaron a trabajar juntos con energía. Mientras ellos construían las canalizaciones para redirigir la lava, Juan encontró algunas herramientas en el castillo: palas, maderas y cuerdas. Se dio cuenta de que podía utilizarlas para reforzar los canales.

"¡Todos, necesitamos trabajar juntos! ¡Vamos, rápido!", exclamó Juan, uniendo fuerzas con los animales.

Cada animal se encargó de una parte del trabajo. La ardilla recogía ramitas, el ciervo movía piedras grandes y Tula, aunque era mayor, se aseguraba de que todos estuvieran haciendo su tarea. Mientras laboraban, iban intercalando risas y canciones, creando un ambiente de cooperación y alegría.

Finalmente, después de un día de arduo trabajo, tuvieron listo el canal. Ahora, solo tenían que esperar. La noche llegó y el volcán empezó a arrojar lava. Todos miraban nerviosos, pero Juan tenía esperanza. La lava fluyó y, como si siguiera un sendero, fue redirigida por el canal construido.

El nuevo camino llevó la lava hasta un terreno vacío, donde al día siguiente se formó una nueva zona de terreno. Con el tiempo, las flores comenzaron a crecer y se convirtió en un lugar rico en biodiversidad.

"¡Lo logramos!", gritó Coralina emocionada. Todos los animales comenzaron a saltar y celebraron el triunfo de su trabajo.

"No solo salvamos nuestro hogar, sino que también creamos uno nuevo", dijo Rocco, contento.

"Eso fue gracias a que trabajamos juntos", mencionó Juan mientras sonreía a sus amigos, sintiéndose orgulloso de haber liderado la comunidad animal.

Desde ese día, los animales aprendieron que uniendo sus fuerzas, podían enfrentar cualquier adversidad. Además, entendieron que había que respetar a la naturaleza y que, a veces, incluso los problemas pueden convertirse en oportunidades.

Y así, el príncipe Juan y los habitantes de Ilave demostraron que la verdadera fuerza reside en la unión y en la inteligencia colectiva.

FIN.

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