El Príncipe, la Princesa y el Dragón Espacial



Había una vez, en un reino lejano, un príncipe llamado Leo y una princesa llamada Lila. Un día decidieron hacer un viaje fuera de su mundo, hacia las estrellas del espacio. No estaban solos: llevaban con ellos a un conejito llamado Bolita, quien era muy travieso y siempre tenía una sonrisa en su rostro.

"¡Mirá, Lila!" - exclamó Leo, mientras miraba por la ventana de su nave espacial. "¡Las estrellas son aún más brillantes de cerca!"

"Sí, Leo, ¡es precioso!" - respondió Lila, emocionada por todas las maravillas que veían.

"Y Bolita también está emocionado. ¿No es así, pequeño?" - dijo Leo acariciando al conejito.

Pero de repente, sin previo aviso, aparecieron nubes oscuros en el espacio y un súper dragón saltó ante ellos. Era enorme, con escamas brillantes y ojos que parecían dos faros.

"¡Alto ahí!" - rugió el dragón. "¿Qué hacen ustedes en mi parte del universo?"

"¡Hola!" - respondió Lila, mantenía la calma. "Venimos a explorar y a conocer las maravillas del espacio. No queremos causar problemas."

El dragón se cruzó de brazos y frunció el ceño.

"Explorar, dicen... pero ¡también soy un gran comilón!" - se relamió, haciendo que Lila y Leo se miraran preocupados.

Bolita, que había estado escuchando todo, tuvo una idea brillante. Saltó de los brazos de Leo y dijo:

"¡Espera, gran dragón! Si no nos comes, te prometemos que te enseñaremos un juego que es muy divertido. Y si te gusta, ¡podrás ser nuestro amigo!"

El dragón, intrigado, contestó:

"¿Un juego? Eso suena interesante… Pero, ¿qué clase de juego?"

"Uno donde todos pueden participar y reír juntos. Se llama ‘Atrapa la Estrella’" - explicó Lila.

"¿Y cómo se juega?" - preguntó el dragón.

"Es simple. Uno de nosotros será el que cuente hasta diez, mientras los demás se esconden detrás de las estrellas. Al llegar a diez, deberás encontrarlos y atraparlos. ¡Pero no vale comerse a nadie!" - dijo Lila, con una sonrisa, tratando de convencer al dragón.

"Me encanta la idea de jugar en vez de comer…¡Está bien! ¡Voy a probarlo!" - dijo el dragón, sintiéndose emocionado por la novedad.

Así que comenzaron a jugar. Leo, Lila y Bolita se escondieron detrás de asteroides y estrellas brillantes, mientras el dragón contaba con voz atronadora.

"¡Uno, dos, tres...!"

Al terminar de contar, el dragón comenzó a buscar. Aunque al principio pensó que sería fácil, se dio cuenta de que encontrar a los pequeños era un verdadero desafío. Después de unos minutos de búsqueda, el dragón se encontró riendo sin parar.

"¡No sé cómo pueden esconderse tan bien!" - soltó entre risas, mientras buscaba en cada rincón del espacio.

Finalmente, el dragón encontró a Bolita, que estaba escondido detrás de una luna muy pequeña. Pero en vez de comérselo, el dragón rugió de felicidad al atraparlo.

"¡Te encontré, Bolita! Pero no te comeré, ¡eres demasiado divertido!" - dijo el dragón, dando un pequeño giro de felicidad.

El juego continuó, y pronto todos estaban riendo y disfrutando juntos. Al final del día, el dragón se convirtió en su nuevo amigo y se olvidó de comer a los tres aventureros.

"Psicología de juego amistoso, ¿eh?" - comenzó a reflexionar el dragón. "Esto es mucho mejor que comer. ¡Les agradezco por mostrarme la diversión!"

"Nosotros te agradecemos a vos por no comernos y por ser un buen amigo" - dijo Lila, sintiéndose feliz.

A partir de ese día, el príncipe Leo, la princesa Lila y el conejito Bolita no solo tuvieron un gran amigo en el dragón, sino que también aprendieron que la diversión y la amistad son más importantes que el miedo y suposiciones. Y así, juntos, siguieron explorando el espacio, realizando travesuras y creando recuerdos por la eternidad.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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