El Príncipe Mateo y el Amuleto de la Compasión



En un lejano reino llamado Fantasilandia, vivía un joven príncipe llamado Mateo. Desde pequeño, todos sabían que algún día él sería el rey de ese maravilloso lugar lleno de magia y alegría.

Pero Mateo no estaba interesado en ser rey. Él prefería pasar el tiempo explorando los bosques encantados y jugando con los animales mágicos que habitaban allí. No le gustaba la idea de tener responsabilidades y tomar decisiones importantes.

Un día, mientras paseaba por el bosque, se encontró con una vieja bruja llamada Agatha. La bruja era conocida por su sabiduría y sus habilidades para predecir el futuro. "-Hola, joven príncipe", dijo Agatha con una sonrisa maliciosa.

"-He oído decir que no quieres ser rey". Mateo se sorprendió al ver a la bruja tan bien informada sobre sus pensamientos más íntimos. "-Es verdad", respondió Mateo titubeante. "-No me gusta la idea de ser rey".

La bruja rió malignamente y dijo: "-Tengo algo para ti, un regalo especial que cambiará tu destino". Sacó un amuleto brillante del bolsillo y se lo entregó a Mateo. "-Este amuleto te concederá tres deseos", explicó Agatha.

"-Podrás usarlos como quieras, incluso para renunciar a tu herencia real". Mateo miró el amuleto asombrado. Pensó en todas las cosas increíbles que podría hacer si tuviera esos deseos a su disposición. Después de mucho pensar, decidió probar el primer deseo.

Cerró los ojos y dijo en voz alta: "-Deseo ser un explorador valiente y aventurero". Cuando abrió los ojos, Mateo se encontraba en medio de una jungla exótica. Había sido transformado en un intrépido explorador con un sombrero de safari y una mochila llena de herramientas.

Durante días, Mateo exploró la jungla, enfrentándose a peligrosos animales y descubriendo tesoros ocultos. Aunque disfrutaba cada momento de su nueva vida, algo faltaba. "-Creo que extraño mi hogar", suspiró Mateo mientras se sentaba junto a una fogata.

Decidió usar su segundo deseo para regresar a Fantasilandia. El amuleto brilló intensamente y en un abrir y cerrar de ojos, Mateo estaba nuevamente en el castillo real.

Al verlo llegar sano y salvo, el rey, su padre, lo abrazó emocionado. "-¡Hijo mío! ¡Te hemos extrañado tanto!"Mateo sonrió tímidamente pero no mencionó nada sobre renunciar a su herencia real. En cambio, decidió pasar más tiempo con su familia y aprender todo lo posible sobre cómo gobernar sabiamente.

Con el tercer deseo aún sin usar, Mateo reflexionó sobre las palabras del rey acerca de la importancia de servir al pueblo y proteger a los más vulnerables.

Un día soleado, mientras caminaba por las calles del reino junto a sus amigos plebeyos, vio a un grupo de niños tristes jugando con muñecos rotos. "-Deseo que todos los niños de Fantasilandia tengan juguetes nuevos y hermosos", dijo Mateo en voz alta.

El amuleto brilló por última vez y en un instante, todos los niños del reino recibieron juguetes mágicos que cobraban vida y los hacían sonreír de felicidad.

A medida que pasaba el tiempo, Mateo se dio cuenta de cuánto disfrutaba ayudando a los demás y haciendo felices a las personas. Se convirtió en un príncipe querido por su pueblo, no porque fuera rey, sino porque siempre estaba dispuesto a escuchar sus necesidades y trabajar para resolver sus problemas.

El día en que el rey decidió abdicar al trono, Mateo ya había encontrado su verdadera vocación: ser un líder amable y compasivo. Aceptó gustosamente convertirse en rey de Fantasilandia, sabiendo que podía hacerlo diferente, poniendo siempre el bienestar de su pueblo primero.

Y así fue como el heredero que no quiso ser rey encontró su propósito en la vida: ser un gobernante justo y valiente que inspira a otros con su bondad.

Y aunque nunca olvidará sus aventuras como explorador o sus mágicos deseos cumplidos, ahora sabe que hay cosas más importantes que cualquier deseo: el amor, la amistad y la responsabilidad hacia los demás.

FIN.

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