El Príncipe Mateo y el Bosque Encantado



Había una vez en un reino lejano, un valiente príncipe llamado Mateo que vivía en un imponente castillo junto a su madre, la bondadosa reina Martina.

El reino estaba rodeado de un frondoso bosque lleno de misterios y peligros, donde se decía que habitaba una hechicera malvada. Un día, la hechicera lanzó un maleficio sobre el reino sumiéndolo en la oscuridad.

La reina Martina consultó a los sabios del reino quienes le revelaron que solo el corazón puro de su hijo, el príncipe Mateo, podía romper el hechizo. La valiente reina envió a Mateo al bosque con su fiel caballo Blanco para encontrar a la hechicera y convencerla de levantar el maleficio.

El joven príncipe cabalgó entre los árboles retorcidos y los susurros del viento hasta llegar al oscuro calabozo donde habitaba la temida hechicera. Al entrar, se encontró con una anciana encorvada frente a un caldero burbujeante.

"-He venido en nombre de mi madre, la reina Martina, para pedirte que deshagas tu maleficio y devuelvas la luz al reino", suplicó Mateo con valentía. La hechicera lo miró con sus ojos brillantes y dijo: "-Solo lo haré si antes logras superar tres desafíos en este bosque".

Sin dudarlo, Mateo aceptó el desafío dispuesto a salvar a su pueblo. El primer desafío fue cruzar un río caudaloso sin puente ni bote.

Con astucia e ingenio, Mateo construyó una balsa con troncos y ramas para llegar al otro lado ileso. El segundo desafío consistió en escalar una montaña escarpada donde las rocas resbaladizas ponían en peligro cada paso. Con determinación y fuerza de voluntad, logró llegar a la cima indemne.

Finalmente, enfrentó el tercer desafío: resolver un acertijo propuesto por la propia hechicera. Tras meditar profundamente las palabras dichas por ella, Mateo respondió correctamente y demostró su inteligencia y sabiduría.

Impresionada por su valentía y nobleza de corazón, la hechicera decidió levantar el maleficio sobre el reino. El sol volvió a brillar sobre las tierras mientras las flores volvían a florecer y los pájaros cantaban jubilosos.

De regreso al castillo, Mateo fue recibido como un héroe por su madre quien lo abrazó emocionada. Desde ese día en adelante, el joven príncipe gobernó junto a su madre con sabiduría y compasión llevando prosperidad al reino para siempre jamás.

FIN.

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