El Príncipe Misterioso



Era una fría mañana de diciembre en Nueva York. Las luces brillantes adornaban las calles y el aroma a castañas asadas llenaba el aire. Las tres hermanas, Bianca, Andrea y Marialys, se preparaban para una Navidad diferente.

Bianca, la mayor, había conocido a un chico en la universidad que le había contado un secreto: era un príncipe de un pequeño país europeo. Esto no podía ser verdad. ¿Quién podría creer en esas historias de cuentos de hadas en pleno Nueva York?"¿Le creíste?" - preguntó Andrea, al ver la emoción en los ojos de Bianca.

"No sé, Andy. Solo me dejó intrigada..." - respondió Bianca, mientras se ajustaba la bufanda.

"Sea príncipe o no, ¿te hace feliz?" - intervino Marialys.

Las hermanas decidieron pasar la tarde en una tienda de manualidades, donde podían hacer adornos navideños para su árbol. Mientras recortaban papel brillante y pegaban purpurina, hablaban de su familia.

"Recuerdo cuando éramos chicas y hacíamos galletas de jengibre con mamá. ¡Eso sí era Navidad!" - dijo Marialys, sonriendo.

"Sí, pero incluso ahora, juntas es como si seguíamos siendo las mismas niñas" - aseguró Bianca.

La noche de Nochebuena, la familia se reunió en su acogedor departamento. Sus padres prepararon una rica cena y se agotaron contando historias de Navidad. De repente, tocaron el timbre. Era el tal príncipe, que había decidido sorprender a Bianca.

"Hola, soy Leo. Encantado de conocer a las hermanas de Bianca" - dijo él, mientras una sonrisa radiante iluminaba su rostro.

"¿Príncipe Leo?" - inquirió Andrea, un tanto incrédula.

"Sí, pero soy solo Leo, el chico que le gustas a Bianca" - respondió, guiñándole un ojo.

Marialys se quedó pensativa mientras su hermana y el príncipe hablaban.

"¿Y qué te trae a Nueva York?" - preguntó ella, curiosa.

"Quería conocer la Navidad de una manera diferente. Quiero aprender a ser más sencillo, y qué mejor que pasarla con una familia tan unida como la de ustedes" - contestó Leo.

A medida que la noche avanzaba, Bianca lo miraba sonriendo. Pero algo en su interior no le dejaba relajarse del todo.

"Leo, ¿alguna vez has sentido que deberías hacer algo más grande que tú mismo?" - le preguntó Bianca.

"Sí, mi familia espera que actúe como un príncipe, pero yo solo quiero ser yo" - confesó él.

"A veces hay que seguir el corazón y no la expectativa de los demás" - afirmó Marialys, recordando lo que habían aprendido en su taller de manualidades.

La cena continuó con juegos y risas, creando un ambiente cálido y familiar. Tras terminar, todos se reunieron alrededor del árbol para intercambiar regalos. Bianca cuando recibió su regalo, vio en la tarjeta un dibujo del castillo donde vivía Leo, seguido de una frase: 'No olvides nunca quién eres'.

"Eso es maravilloso, pero… ¿qué significa para ti?" - preguntó Andrea, intrigada.

"Que a veces es fácil perderse en el camino, pero lo importante es recordarte a ti mismo. He decidido que voy a hacer algo para la comunidad de mi país" - declaró el príncipe con determinación.

Los ojos de Bianca brillaron.

"Tal vez podrías involucrarnos en eso. ¡Podríamos hacer una diferencia juntas, aquí y en cualquier parte!" - exclamó, entusiasmada.

"A veces los príncipes también pueden aprender de las personas comunes" - sonrió Leo.

Y así, esa Navidad, no solo celebraron juntos, sino que comenzaron a trazar planes para ayudar a su comunidad. Con el tiempo, se dieron cuenta de que la verdadera realeza no se medía por el título que uno tenía, sino por el impacto que podía generar en la vida de los demás.

La historia de Bianca, Andrea y Marialys se convirtió en algo más que una simple Navidad. Cultivaron sueños grandes y la solidaridad entre hermanas, recordando que lo más valioso era el amor y la amistad con la que podían ayudar al mundo, reforzando los lazos familiares y el poder de ser uno mismo al final del día.

FIN.

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