El Príncipe Valiente y la Isla de los Secretos



En un reino lejano, había un príncipe llamado Tomás. Tomás era valiente y siempre curioso, dispuesto a conocer nuevas tierras y aprender de sus gentes. Un día, mientras paseaba por los jardines del castillo, escuchó un rumor sobre una isla misteriosa llamada Isla de los Secretos, donde se decía que estaban guardados los sueños de los niños de todo el reino.

Intrigado por esta historia, Tomás decidió que debía emprender una aventura para encontrar la isla. "¡Voy a buscarla! ¡No hay nada que me detenga!" - exclamó con entusiasmo.

Así que, un espontáneo día soleado, se preparó. Tomás se puso su mejor capa, tomó su brújula, y se despidió de sus padres. "¡Me voy a encontrar la Isla de los Secretos!" - les dijo.

"Ten cuidado, hijo, y recuerda, siempre sigue tu corazón" - le aconsejó su madre, con una sonrisa.

Después de varias horas de navegación, Tomás llegó a la orilla de una isla cubierta de palmeras. A medida que se adentraba en la isla, comenzó a sentir un aire mágico. Pero a su llegada no encontró ningún niño; en cambio, conoció a un anciano llamado Don Riberto.

"Hola, joven príncipe. ¿Qué te trae a la Isla de los Secretos?" - preguntó Don Riberto, con voz suave y acogedora.

"Vine a buscar los sueños de los niños, los que han desaparecido del reino" - respondió Tomás.

"Ah, esos sueños están aquí, pero para encontrarlos, debes resolver tres enigmas" - dijo el anciano, cerrando los ojos. "Si lo logras, los sueños serán tuyos para llevarlos de vuelta".

Tomás asintió, emocionado. Su primer reto fue el siguiente: "En un lugar donde todos vuelven, mas nunca en soledad, los ecos resuenan, ¿qué es en verdad?"

Después de pensar un momento, Tomás sonrió: "¡Es el bosque!" - exclamó.

"Correcto. Un acierto. Siguiente enigma: Cuanto más quitas, más grande se vuelve. ¿Qué es?"

Tomás reflexionó y, tras un rato, gritó: "¡Un agujero!"

Don Riberto sonrió satisfecho. "Última pregunta: Alcanza el cielo y no tiene plumas, vuela alto sin ser un ave, ¿qué es?"

Tomás pensó arduamente. "¡El globo!" - gritó, sabiendo que había llegado a la respuesta correcta.

"Bravo, joven príncipe. Has pasado las pruebas" - dijo el anciano, aplaudiendo.

De repente, un grupo de luces brillantes apareció en el aire, formando figuras de niños que danzaban alegres.

"Estos son los sueños de los niños y ahora te pertenecen" - afirmó Don Riberto, extendiendo su mano hacia los destellos.

"Gracias, Don Riberto. Prometo cuidar de ellos y devolverlos a su verdadero hogar" - replicó Tomás, con el corazón rebosante de alegría.

Con los sueños en su poder, Tomás se despidió de la isla y comenzó su viaje de vuelta. Cuando llegó, organizó una gran fiesta en el castillo, invitando a todos los niños del reino.

"¡He traído de vuelta los sueños!" - anunció emocionado, mientras los niños aplaudían y reían.

"¡Gracias, príncipe Tomás!" - gritaron llenos de alegría.

Así, Tomás encontró su lugar en el corazón de cada niño, demostrando que la curiosidad y la valentía, junto a un buen corazón, pueden traer felicidad a los demás. Desde ese día, Tomás no solo fue conocido como el príncipe del reino, sino también como el guardián de los sueños de los niños. Y así, continuó explorando, aprendiendo y ayudando a su gente, siempre dispuesto a una nueva aventura.

FIN.

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